jueves, 16 de febrero de 2012

EL DIMINUTIVO EN LA INDICACIÓN DEL TIEMPO


               Considerad estos enunciados, habituales en la conversación diaria: “¿Por qué no te vienes un diita y comemos juntos?”, “Mi niña cumple hoy dos añitos”, “¡Quedaos una nochecita más!”, “Vente más bien tardecito, no quiero que madrugues”, “¿Y si nos vamos una semanita a la playa”, “Siéntate un ratito conmigo, anda”, “Y ahora, tres mesesitos tocándote las pelotas”.  He destacado las palabras que están en diminutivo (sustantivos y adverbios) y que indican tiempo. ¿Qué añade el sufijo a la forma originaria de esos términos en tales contextos? Pretendo responder a la cuestión en las líneas que siguen, brevemente y con la mayor claridad posible.
               En su Nueva gramática de la lengua española. Manual. (Madrid, Espasa Libros, 2010), la RAE incluye los diminutivos en el grupo de los sufijos apreciativos y establece que “expresan matices afectivos, lo que explica que apenas aparezcan en los discursos de carácter objetivo, como la prosa científica, didáctica, jurídica o administrativa” (p. 167). ¿Qué quiere indicar eso de ‘matices afectivos’? Alude a un componente emotivo que se añade a la simple enunciación de objetos, acciones, sucesos… y que caracteriza al llamado “lenguaje expresivo”. Tal componente puede ir desde la alegría, la compasión o la ternura, hasta el desprecio, el fastidio, el tedio o la repugnancia…, en relación con lo que se dice. Lo característico de la expresividad es que no se manifiesta siempre directamente (“Estoy contento de que te quedes una semana más”, sino que en muchísimas ocasiones se deja entrever mediante el uso de ciertas alteraciones del mensaje emocionalmente neutro (“¿De verdad te vas a quedar otra semanita?”). Los apreciativos, entre otros elementos, tienen esa misión; a menudo es la entonación la encargada, o las figuras retóricas, etc.  

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               No es posible identificar con total nitidez y distinguir de qué emoción o estado interior se trata exactamente, solo podemos percibir y comprobar que una frase o cualquier otra secuencia textual está marcada emotiva o expresivamente, y si tal marca es de signo positivo o negativo. Las oraciones del principio muestran esa coloración afectiva, porque hablan de períodos temporales o aluden a un uso del tiempo con un valor especial para el que habla: es un día (“diita”), son unos años (“añitos”), es una noche (“nochecita”), etc., singularmente estimados por el emisor, que proporcionarán  -de cumplirse sus deseos-  una gran satisfacción. Ese es el valor expresivo del diminutivo. Adviértase el acompañamiento, menos en el segundo, de la entonación interrogativa o de petición o ruego, que son las modalidades propias del discurso expresivo. Por su parte, “Mi niña cumple hoy dos añitos”, ejemplifica la naturalidad y frecuencia del diminutivo cuando se habla de/a los niños, tal como señala la RAE (p. 168).
                Para la docta casa, el diminutivo encierra otros contenidos, de carácter más conceptual que emotivo: tamaño (“arbolito”), atenuación (“guapita”) e intensificación, que es el más destacado de los tres en la alusión temporal: “Ahora mismito /ya mismito voy”, “¡Un minutillo! / Un segundito”, “Vuelve tempranito / prontito”, “Enseguidita me llego”, “Suele cenar tardecito”, etc.
               En cualquiera de las diversas dimensiones semánticas, el diminutivo puede sufrir una alteración tal, que se invierta el signo de la apreciación subjetiva o de la significación más o menos objetiva que comporta. Así, y siguiendo con el vocabulario temporal, “diita” puede convertirse en un “día aciago” (“¡Vaya diita que hemos escogido para viajar!”), la “horita” en una insoportable eternidad (“¡Qué horita de clase más larga!”), la “tardecita”  en una tortura (“¡La tardecita que nos están dando los niños!”), la prontitud pasa a tardanza (“No esperaba que acudieras tan prontito”), etc. Según creo, se trata de usos irónicos, a partir del valor originario, que es el de carácter positivo. En cualquier caso, siguen siendo diminutivos expresivos o intensificadores, incrustados en términos de significado temporal.
                El diminutivo es un recurso extraordinariamente productivo y de gran vitalidad en español. Tanto, que del uso se pasa a veces al abuso, y se quiere hacer cariñosa toda habla. Así, todo es “-ito”, por ejemplo, al detallar las recetas de cocina (“tomatito”, “pimientito”, “cebollita en trocitos”…) o en la propuesta del “maitre” en el restaurante (“Tenemos una paellita riquísima, con almejitas, coquinitas…”). Pero esta es otra cuestión de la que trataré más adelante.