viernes, 11 de abril de 2025

LAS VOCALES EN EL ORIENTE ANDALUZ

 

Es de sobra conocido, dentro de la fonética andaluza, el fenómeno del doble vocalismo en la parte oriental de la región: Almería, Jaén, Córdoba, Granada y Nordeste de la provincia de Málaga. Menos la «u» y la «i», las tres vocales restantes se pronuncian abiertas cuando desaparece tras ellas alguna consonante. Las reproducimos aquí con grafía mayúscula, por carecer el programa que usamos del signo que les correspondería: máquinA, lorO son plurales de “máquina” y “loro”, erE» es la segunda persona verbal “eres”. Comporta una situación única dentro del dominio del español, que merece ser tenida en consideración. El que esto escribe nació y vive en la última zona geográfica citada y da testimonio de que persiste con gran vitalidad; no obstante, las otras cuatro provincias mencionadas son las que se toman normalmente como modelos de pronunciación de vocales abiertas, lo que, junto a otros rasgos de carácter tonemático, las singulariza, sobre todo Granada y Almería.

Sintetizada así la situación subdialectal del oriente andaluz, aclaremos que no es tan simple como parece la cuestión. Destaco, en primer lugar, la evidente repercusión en la morfología, ya que la apertura adquiere valor morfológico, pues asume la distinción entre el singular y plural de muchos sustantivos, pronombres y adjetivos, además de la de persona (y otras, como las forma de infinito en –ar, o –er, y la del plural de imperativo en -ad, -ed) dentro del sistema verbal. Es, pues, un auténtico morfema, sustitutivo de «-s» o «-es», y los verbales señalados,  del resto del español. Se han insertado unos ejemplos arriba, veamos otros: estO (masc. pl.), seríA (2ª p. sing.), alcachofA (pl.), sevillanO (pl.), etc.

Por otra parte, la razón de que, como se ha dicho arriba, queden fuera las dos vocales definidas en todo el castellano como cerradas en relación con la “a, e, o”, tal vez tenga que ver precisamente con este hecho. Así, tenemos yogú y vení. Si sufrieran (o gozaran, según se estime) de la apertura, se acercarían quizás demasiado a la «e» y la «o»; pero esto no deja de ser una simple conjetura.

Además, hay palabras que parecen jugar con el sistema y manifestar comportamientos fonéticos curiosos y particulares. Consisten, básicamente, en desechar la apertura cuando debería darse y lo contrario. Transcribo algunas, cuya pronunciación he oído desde pequeño en mi localidad: catedrá y no catedrÁ, coñá y no coñÁ, mármo y no mármO, azúca y no azúcA, alquilé y no alquilÉ (= ‘alquiler’), etc. ¿Por qué? ¿Hay alguna razón para tales disidencias? A mí solo se me ocurre una para el primer vocablo: mi pueblo no tiene iglesia catedral y la más cercana que conocemos es la de Málaga, ciudad que practica la fonética occidental, es decir, la  que no distingue entre vocales abiertas y no abiertas. Dicho de forma más simple, nosotros solo hemos oído desde pequeños la versión catedrá en las ocasiones en que hemos viajado a la capital y visitado el templo, y así la hemos aprendido. El nombre del licor, de origen francés, se pronuncia con la «a» no abierta en la lengua gala, de donde ha pasado tal cual al castellano. Para los demás términos no se me ocurre ningún motivo que las explique. Quizás, quizás… los hablantes tomen “mármol” y “azúcar” como sustantivos no cotinuos, con valor de objeto único o como singular, dicho de otro modo, al no ser interpretados como plurales, donde con más frecuencia se da la apertura, no hay por qué pronunciarlos con la vocal final modificada.

Contra esta última justificación, si es que puede sostenerse como tal, está «dedÁ» (dedal), clavÉ (clavel), (sol), diO (Dios) podÉ (poder), suponÉ (“suponer”, como sustantivo), pastÉ (pastel), cuartÉ (cuartel), olO (olor), dO (dos), etc., etc., etc., con la vocal abierta, pese a ser el nombres de objeto único, pues se trata del singular, si bien es verdad que a algunos se les opone un plral en «-es». Por su parte, está el pintoresco «EnríquE», que tal vez proceda, junto con su derivado hipocorístico «EnriquitO», de una confusión con el apellido «Enríquez», de largo abolengo, aunque aún vigente.  

De este vistazo rápido sobre la singular apertura vocálica en el Oriente andaluz, extraigo, para terminar, dos conclusiones que se desprenden con bastante lógica de la observaciones y ejemplos aducidos:

1)    A diferencia del resto del castellano, el subdialecto que consideramos posee un especial morfema para el plural de sustantivos, adjetivos, pronombres y algunas formas verbales, como la segunda del singular de todos los tiempos, el infinitivo y la segunda del plural del imperativo de la primera conjugación y la segunda, morfema consistente en la apertura vocálica.

2)    En general, en todas las palabras que en la escritura (y en el español hablado fuera de Andalucía) terminan en consonante, que queda en posición implosiva («sabed»), o sea, tras la vocal, desaparece la consonante y se pronuncia esa vocal abierta, excepto si se trata de “i” o “u”. Sucede así, tenga o no valor distintivo la apertura: «lejO», «detrÁ», «despuÉ», «mujÉ», etc.

3)    Por diferentes razones, se exceptúa un puñado de términos, distintos en cada comarca tal vez, que no siguen la regla. 

Quedaría por desarrollar el largo y complejo capítulo de las vocales y consonantes en el interior de las palabras. En tal posición, las consonantes implosivas no desaparecen siempre del todo, sino que se transforman casi todas en la consonante que va detrás. En los ejemplos que siguen las transcribimos de manera muy aproximada (y muy tosca) como aspiraciones o reduplicaciones: pohtre (postre), arto (alto / acto), ottavo (octavo)... Como efecto colateral, las vocales trabadas por dichas consonantes experimentan también a menudo la apertura.