Siempre que puedo, veo y oigo el programa semanal de Antena 3 (antes, de Telecinco) La voz kids. Está bien hecho y me gusta.
Para quienes no lo conozcan, es un concurso en el que menores de entre 7 y 15 años compiten interpretando canciones populares de cantantes adultos. El jurado está compuesto por cuatro figuras consagradas, como Davil Bisbal, Rosario, Edurne, Antonio Orozco, etc. en la versión española. También existe en otros países como Francia, Portugal, entre los europeos, así como en cadenas de televisión hispanoamericanas. El desarrollo del concurso consta de varias fases, a través de las cuales se van eliminando participantes, hasta llegar al día, mejor dicho la noche, de la gran final, en la que cuatro niños se disputan el premio.
Lo más novedoso se da en la primera vez en que los participantes cantan ante el jurado. Consiste en una «audición a ciegas», llamada así porque los cuatro componentes de dicho jurado están de espaldas y no ven a los intérpretes, con lo que solo realizan su valoración fijándose en la voz y el uso que hacen los jóvenes cantantes de ella. El momento más apasionante es el de la final, aunque cada semana hay instantes plenos de emoción, cuando se decide quiénes continúan en el programa y quiénes deben abandonarlo. En las dos últimas etapas, la permanencia o la retirada las determina el público; constituye este un elemento importante porque, además, contribuye a crear la atmósfera que envuelve a todo lo que sucede en el plató. A él se suman algunos familiares de los niños, a los que ven y oyen desde una sala aparte, sufriendo lo indecible por verlos seleccionados.
Además del contenido descrito, aparecen también curiosas declaraciones de los pequeños protagonistas, entrevistas a los padres y, sobre todo, las reacciones de los miembros del jurado, que se esfuerzan por enfatizar sus expresiones de alegría y satisfacción por los triunfos de los que siguen y sus palabras de ánimo hacia los que no. Un ingrediente importante es que quienes superan la «audición a ciegas» eligen a un componente del jurado como coach o entrenador, el cual dirigirá la formación y perfeccionamiento de los niños para las siguientes actuaciones.
La variada estructura de cada sesión semanal, los lujosos decorados y escenarios, llenos de luces e imágenes virtuales, la realización verdaderamente espectacular, con movimientos de cámara muy vistosos y dinámicos, son, además de lo descrito, factores que me atraen en tanto que espectador. Pero más me gusta aún lo que percibo como oyente. En primer lugar, las voces de los cantantes infantiles, algunos ya preadolescentes, que son portentosas, muy bellas, así como sus dotes de interpretación, su sensibilidad, en muchos casos bastante maduras. Se nota que están muy escogidos. También, las canciones elegidas, muy buenas la mayoría y muchas bastante conocidas. Aparte de esto, suelo poner mucha atención en los arreglos, creo que hechos ex profeso para el programa. Podría citar algunos, en verdad geniales. Por todo ello, no hay duda de que las veces en que lo presencio disfruto del espacio televisivo[1].
Hay, sin embargo, algo que me sorprende e incluso que me choca bastante. Dije al principio que las canciones, el material esencial de este talent show, son versiones de temas populares cantados por artistas adultos y destinados originariamente, añado ahora, a un público adulto. Como tales, contienen historias ―generalmente de amor y desamor― y sentimientos propios de tal tipo de personas, no de niños; tampoco muchas expresiones y el lenguaje en general lo son. Se trata de algo así como, si en una película, serie u obra de teatro donde se narran los avatares que suceden en el seno de un matrimonio, los actores fueran niños y niñas de corta edad: tal incoherencia tropezaría con el conocimiento y la experiencia del espectador común. Igual ocurre, en mi caso, con las canciones de las que vengo hablando. Pongo, para empezar, un ejemplo cercano: el chavalillo que ha ganado este año, Lucas Paulano, de 8 años, cantó aquella memorable Luz de luna, con el desgarrado lamento por el amor perdido: «Yo siento tus amarras / como garfios, como garras / que me ahogan en la playa / de la farra y del dolor»; y la no menos dramática Algo de mí, de Camilo Sesto, con versos como «Me acostumbré a tus besos / y a tu piel color de miel / a la espiga de tu cuerpo / a tu risa y a tu ser. / Mi voz se quiebra cuando te llamo / y tu nombre se vuelve hiedra / que me abraza y entre sus ramas / ella esconde mi tristeza. / Algo de mí, algo de mí, / algo de mí se va muriendo. / Quiero vivir, quiero vivir, / saber por qué te vas, amor». Y, al alimón con su coach, el colombiano Manuel Turizo (ambos en la foto), la noche de la final acometió la desesperanzada Quiéreme mientras se pueda, en la que con aire rapero se expresa el siguiente escéptico deseo, más propio de un cincuentón: «Quiéreme mientras se pueda / que la vida es una rueda / y te da mil vueltas. / Al final nada queda». Otro actuante, en este caso una niña de 12 años, Carla López, describió los sufrimientos del maltrato machista, en el marco de una declaración feminista: «Ya te olvidé, ya estás muy lejos de mí. / Tú lo lograste con herirme, lastimarme / y convertirme en no sé qué. / Me atrapaste, me tuviste entre tus manos. / Me enseñaste lo inhumano y lo infeliz que puedes ser. / Te fingiste exactamente enamorado, / aunque nunca me has amado, yo lo sé. / Me dijiste que jamás podría olvidarte, / que después iría a rogarte y a pedirte: «Bésame». / Yo luché contra el amor que te tenía y se fue». No creo que sea lo más propio que una niña narre experiencias tan terribles, por muy bonita que sea su voz y muy agradable la melodía. Podría seguir citando ejemplos innumerables.
Yo no sé cómo se acometen por parte de los entrenadores y sobre todo de los padres el estudio y asimilación de obras como estas. Si les explican a los tiernos artistas su sentido, lo que van diciendo, necesarios para determinar las modulaciones vocales de cada pasaje. Tal vez no lo hagan y dejen que los niños canten a su aire, con la única condición de que demuestren que tienen un potentísimo chorro de voz, porque eso es lo que puede parecer que cuenta para pasar a la siguiente fase. Estoy a punto de afirmar que me parece mejor eso, prescindir de la comprensión total de las letras, que, por otra parte, la edad de los chavales hace quizás imposible. Raramente se traslucen en sus facciones sentimientos tan tristes, rozando lo deplorable, que mencionan las hermosas melodías. Porque lo importante es esto, la música y, como he dicho, la exhibición de las capacidades vocales. No otra es, estoy seguro, la razón del nombre del programa. De otro modo, sería difícilmente soportable una actuación «sincera», «sentida», de tan funestas letras. Y ocurre que, igual que los protagonistas y sus padres y tutores musicales, los espectadores nos desentendemos de la incompatibilidad entre lo que dice cada canción y la edad de quien la interpreta, para apreciar tan solo la voz de este.
¡Cuán distantes quedan aquellas agradables y lindas canciones del mítico grupo Parchís, con poquísimas incursiones en la música adulta! ¡O de aquellos cuatro de Regaliz, o de los otros cinco de La Pandilla, etc., etc.! La música infantil prácticamente ha desaparecido y ya no se incluye en espectáculos televisivos o radiofónicos ni en internet ni en ningún tipo de evento en vivo, del tipo fiesta o concierto. Empezó a sufrir merma antes, hace mucho, con dos de las más grandes estrellas de este mundo, Joselito y Marisol. En su momento fueron pequeños talentos, presentados, «vendidos», para ser admirados y aplaudidos por un público adulto. Lo mismo, lo mismo que, en la época actual, La voz kids, que ha herido de muerte la canción para niños cantada por niños.
[1] Si está interesado el lector, puede encontrar una amplia información sobre La voz kids en Wikipedia: https://es.wikipedia.org/wiki/La_Voz_Kids_(programa_de_televisi%C3%B3n_espa%C3%B1ol)
No conozco el programa..
ResponderEliminarPero hoy muchos padres tratan de convertir a sus hijos en deportistas de elite o artistas. Me molesta mucho ese mundo. Da para pensar mal. Detrás casi siempre hay intereses económicos.
Yo tampoco lo entiendo. Tampoco veo el programa, más leído el comentario me parece una aberración que a chicos tan pequeños les hagan cantar letras tan sesgadas. ¡Magnífico comentario;
ResponderEliminarMuchas gracias por vuestros comentarios, amigos anónimos.
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