martes, 9 de octubre de 2012

"LO QUE QUIERO ES UN ACORDEÓN"


               Si tengo el capricho de poseer un acordeón, no una guitarra ni un barco, y si con solo decirlo es probable que alguien me lo satisfaga, mi petición será: “Yo quiero un acordeón”. No obstante, este enunciado también me puede servir, llegado el caso, para desterrar toda sospecha de que sea mi hermano, y no yo, quien pide ese instrumento. En la primera interpretación (en adelante, A), el enunciado centra la atención en “acordeón”, mientras que, en la segunda (en adelante, B), el mayor relieve corresponde a “yo”.
Cuando el enunciado es oral, la forma de emitir “Yo quiero un acordeón” (entonación, curva de intensidad, pausas, etc.) puede que ponga de manifiesto con bastante nitidez un sentido u otro; por escrito no siempre es tan fácil ni tan simple, se necesita en ocasiones utilizar otros medios complementarios; también caben en lo oral, naturalmente, para recalcar el valor elegido. Así, esta forma subraya el significado A: ”Lo que quiero es un acordeón”/ “Un acordeón es lo que quiero”; y el segundo (B) queda más patente de esta manera: “Yo soy quien quiere un acordeón”/”Quien quiere un acordeón soy yo”.
               La gramática última de la RAE, incorporando una conocida terminología y teoría sintáctico-textual, denomina a estas estructuras “oraciones hendidas”, “escindidas”,  “ecuacionales”, “perífrasis de relativo” o “copulativas enfáticas de relativo” (*), título por el que se decide, y las incluye dentro del grupo de las “copulativas enfáticas”. Los miembros del enunciado originario (“Quiero un acordeón”) se distribuyen como sujeto y atributo de una oración copulativa compuesta (o compleja). Vuélvase a los ejemplos: en los correspondientes al sentido A se hace hincapié (“énfasis”) en que el objeto de mi deseo no es otro que un acordeón, donde la novedad informativa y núcleo de interés no es que yo quiera algo, eso ya se da como conocido, sino cuál es el instrumento a cuya posesión aspiro, qué es ese “algo”; en B, se acentúa, de idéntica forma, que quien pretende disponer de un acordeón, o lo que sea, soy yo, no otro. Tanto es así, que si un receptor quisiera formular una pregunta aclaratoria en relación con A, interrogaría sobre el objeto ansiado, y no sobre otro aspecto de la oración: “¿Qué es lo que quieres?”, mientras que, acerca de B, la interrogación diría “¿Quién quiere un acordeón?”.
               La operación que da lugar a tales estructuras “copulativas enfáticas de relativo” se denomina focalización (**). Consiste en configurar sintácticamente la oración de modo que un determinado elemento, el que aporta novedad informativa en el contexto discursivo inmediato, destaque como foco del enunciado.
               Según se observa en los ejemplos, recursos focalizadores son el desplazamiento al extremo izquierdo o derecho del enunciado (“Un acordeón quiero”), así como la fórmula “hendida”, que conjuga el desplazamiento y la bimembración sintática (“Lo que quiero es un acordeón”, “El que quiere un acordeón soy yo”).
               El énfasis es un fenómeno lingüístico-comunicativo, que puede darse tanto dentro de los límites del enunciado, como en la globalidad del texto o alguna de sus secciones. Pertenece a la dimensión o estructura informativa, en la que podemos observar, entre otros, segmentos planos y segmentos enfatizados (resaltados, subrayados, intensificados, recalcados…), según acabamos de ver. La focalización es una clase o tipo de énfasis. Por otra parte, dicha estructura informativa se despliega mediante la articulación de unidades con información “conocida” (tema) y unidades con información “nueva” (rema). La focalización se aplica a las de segundo tipo.  Por último, tanto el énfasis en general como la focalización en particular, son acciones opcionales, que valen precisamente por eso, en oposición a los pasajes no enfáticos y con ocasión del realce que se necesite/desee dar a ciertos elementos oracionales o textuales. 
Mi padre era muy aficionado a la música. Mi esposa también lo es, por suerte. Ya de novios, me quiso comprar una guitarra. Pero lo que yo quería era un acordeón. Y lo conseguí. Aprendí a tocarlo y llegué a ser un notable intérprete. La guitarra no la hubiera mirado siquiera.
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(*)  RAE: Nueva gramática de la lengua española. Manual. Madrid, Espasa, 2010, pp. 776-9.
(**) http://revistas.ucm.es/index.php/THEL/article/view/THEL9292120039A/34341

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