martes, 11 de diciembre de 2012

NOMBRES DE MUJER

               Neri, Manu, Pepe, Juani, Dorita… y otros muchos por el estilo son, como se sabe, modos cariñosos de llamar familiarmente, amistosamente, a las personas. Los lingüistas los denominan hipocorísticos. Especialistas y aficionados han abordado con frecuencia esta cuestión y en un lugar virtual tan asequible como Wikipedia (*), por ejemplo, o en otros similares (**), disponemos de buenas explicaciones del fenómeno y de listas de tales denominaciones afectivas.
               Yo no voy a insistir, obviamente, en una exposición general, que ya existe como digo. Quiero fijarme, tan solo, en los nombres femeninos, mejor dicho, en algunas particularidades de los hipocorísticos femeninos, en contraposición a los masculinos, que me parecen al menos curiosas. Mi intención es mostrar ciertas regularidades lingüísticas de carácter formal, que pueden llegar a constituirse en norma.

        1) Abundan más los terminados en “ –i/-y”   femeninos que los masculinos, bien sea por apócope bien por transformación: Toñi, Censi , Ani, Loli, Nati, Dori, Mari, Emi, Leti, Sofi, Manoli, Conchi, Pepi, Choni, Yoli, Toñi, Mili, Ceci, Nuri, Cati, Neri, Puri, Rosi, Margari, Choni, Viky, Nati, etc., etc., etc. Los masculinos son muchos menos:  Juani,  Poli, Javi, Gabi,  Josemi,  Monchi, Santi, etc.; aparecen en este último grupo, no tanto en el de las mujeres, los importados de otras lenguas:  Charly, Willy, Iñaky, Jordi, Toni, Johnny, Ricky, Micky, etc. Es como si el sonido “i” adquiriese, en el contexto de los antropónimos cariñosos, una resonancia especial, delicada, dulce, que lo lleva a ser uno de los preferidos entre los nombres femeninos.
       2) En el caso de nombres con una versión femenina y otra masculina, como Antonio y Antonia, se aprecia una tendencia a emplear hipocorísticos diferenciados, siguiendo el modelo de la oposición de género gramatical en castellano; sin embargo, predomina  la “i” para el femenino, que es casi un morfema indicativo de este género, como se ha dicho: Toñi/Toño, Paqui/Paco, Manoli/Manolo, Feñi/Fernan, Trini/Trino, Mili/Milio, Dori/Doro, Pepi/Pepe, etc.  En algunos casos se da una única forma, Juani, Adri, Ale, etc., que neutraliza la distinción de género; no obstante, suelen usarse para niños o jóvenes tan solo.
       3) Si el nombre originario tiene apariencia masculina, como Remedios o Rosario, se conserva en el derivado hipocorístico, quizás debido a que no hay apenas denominaciones masculinas correspondientes, pues se trata casi siempre de advocaciones marianas: Remeritos, Rosarito/llo/ Chayo/Rosarito/Charito, Cañito(s), Amparito, Socorrito/Soco (***) , Consuelito, Asun, Patro, etc.; hay, sin embargo, excepciones, como Concha/i (de Concepción), Censi (de Ascensión), Dori (de Adoración, entre otros), Visi/ta (de Visitación), Presenta (de Presentación), Puri /a (de Purificación), etc. Más raro es que se produzca un nombre con aspecto masculino, inexistente en el nombre primitivo: Noe (de Noelia o Noemí), Victo (de Victoria), Leo (de Leonor/a), Vero (de Verónica); por regla general, se origina mediante apócope.
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       4) Como era de esperar, el diminutivo, que más que de pequeñez es signo de afecto y ternura en nuestra lengua, se ha convertido en el morfema derivativo por excelencia en la formación de hipocorísticos:  Rosarillo, Juanico, Paquito, Dolorcitas… Tal vez  debido a su misma naturaleza semántica, predomina en las denominaciones de mujeres: Evita, Dorita, Anita, Estelita, Antoñita, Lolita, Conchita, Teresita, Victorita, Elenita… En realidad, la gran mayoría de los nombre propios femeninos admiten un hipocorístico con diminutivo. Los masculinos no son tan receptivos a este sufijo, excepto si se trata de niños pequeños (Pablito, Paquito, Rafalín…) o si el término derivado se destina a una denominación artística (Pedrito Rico, Juanito Navarro, Manolito Rollo…), que equivale a un mote más que a un nombre cariñoso.
       5) No tiene tanta vitalidad o fuerza como otros (derivación y apócope, según se ve en los ejemplos de los epígrafes anteriores) el procedimiento de formación de hipocorísticos por transformación, más o menos drástica, del nombre de pila, del tipo “Ramona → Monchita”. La alteración fonética se produce, muy a menudo, por influencia o imitación del lenguaje infantil, y bastante más en el apartado de la onomástica femenina: Carmen → Mamen, Rosario → Charo/Chayo (con los consiguientes diminutivos “posteriores”), Consuelo → Chelo (y sus diminutivos), Dolores → Loles (y Lola y sus diminutivos y apócopes), Elena → Nena (y sus diminutivos), Asunción → Chon (y su derivado en –i), Antonia → Toña (y su derivado en –i) , Eulalia → Lali / Laya, Manuela → Nela, Josefa / Fefa, Inocencia → Chencha, Manuela → Nela, Jesusa → Chusa/Susa, etc.
               Restan, para terminar, hipocorísticos cuyo origen y relación fonética con el nombre originario no resultan fáciles de establecer. Así, Curra (tomado, supongo, de Curro), Carmen → Tita, Mercedes →  Achas/Chechu, María Ona, etc.  Dentro de este grupo, son muy populares los sobrenombres Pepe/Pepa, Pepi, Pepita y Paco/Paca, Paqui, Paquita; de su formación y evolución encuentro una interpretación nueva, interesante,  en uno de los artículos del blog Cápsulas de lengua, que invito a visitar (****).
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(***) En mi localidad, Antequera, donde la Virgen del Socorro tiene multitud de devotos, muchas mujeres se llaman así, Socorro. El nombre cariñoso no es, sin embargo, Socorrito, sino Socorrita. O Coqui/Coco, que están más extendidos en otras zonas.

2 comentarios:

  1. Alguna vez me he preguntado si existe un nombre con más diminutivos que Francisco:
    Fran, Frank, Franki, Francis, Francho(u), Paco (y sus variantes Paquito, Paquillo, etc.), Pancho (en Latinoamérica), Xisco (o Chisco), Kiko (o Quico), Chicho, Curro. ¿Olvido alguno?

    Me gusta Nela, pero solo una persona me ha llamado así a lo largo de mi vida. Por cierto, "me" has escrito dos veces (Manuela → Nela).

    Buena recopilación, como siempre.

    Un abrazo.

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  2. Nela suena estupendo. No me importa haberlo repetido, jeje. GRacias por tu visita y comentario, Nela.

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