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EL ARTE DE LA ETIMOLOGÍA POPULAR



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               De los cambios que sufren las lenguas en el curso de su historia, el generado por la llamada etimología popular es uno de los más conocidos, aunque no por eso resulta menos curioso e interesante. Doy este primer ejemplo para que los que no recuerden en qué consiste lo hagan inmediatamente: hay hispanohablantes que alteran el término “neumático” y lo convierten en “gomático”, pensando que algo tiene que ver con “goma”, como derivado o algo así.
               Según se define, la etimología popular consiste en la modificación que de un vocablo realiza el hablante, por creer, erróneamente, que procede de un étimo determinado. Se trata de un fenómeno propio de la lengua oral, mejor dicho, de sus modalidades más bajas, situadas en la zona donde florecen los vulgarismos y gran cantidad de neologismos. Para que ocurra una etimología popular han de darse ciertas condiciones, sobre todo estas dos: el desconocimiento por parte del usuario del verdadero origen de la palabra y el poco trato con la lengua escrita, en la que contrastar sus hipótesis etimológicas. 
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               Las alteraciones por etimología popular encierran un punto de humor, tal vez poco atendido (al menos en los análisis que yo conozco). Quiero, por tanto, subrayarlo aquí. El cambio producido por la supuesta etimología consiste en una deformación, que altera la fisonomía de las palabras, previa reorganización de su estructura, y las emparenta con elementos léxicos ajenos, aunque de cierta proximidad semántica. Al final, lo que sale es una especie de caricatura del término original, al que se disfraza con una careta. Ahí veo el efecto humorístico, no pretendido desde luego por el responsable (individual o colectivo) del cambio. A veces parece, incluso, un chiste por lo disparatado de la relación entre lo enmascarado y la máscara, relación inesperada además, sorprendente, aunque lógica una vez que se consuma: he visto recogida (en Andalucía y Extremadura) y he oído la expresión “clavel redentor” por “clavel reventón”, “cuerpo espín” por “puerco espín”, animal con el cuerpo cubierto de espinas, y también, “alquilino” por “inquilino” de casas o pisos… alquilados. Realmente, tal como lo aprecia el oyente mejor formado, el término resultante es una creación, una invención bastante imaginativa, sugerente y, ya lo dije, con su toque de gracia. Cerca de donde vivo, había un señor que creía “despasados” (o sea, “desfasados”) algunos comportamientos y actitudes más propios de tiempos… pasados que de los actuales. A una antigua variedad de la aspirina, muy parecida a ella, la “cafiaspirina”, la llamaban algunos “casiaspirina”. Sin salir de la medicina, es conocidísima y está muy extendida la pronunciación “esparatrapo” por “esparadrapo”. Igualmente genial me parece la transformación “alicóptero”, que evoca la imagen de un “helicóptero” con alas. Hay madres que se duelen de que a sus hijos los castiguen con un “perseguimiento” (“apercibimiento”), simplemente porque se les olvidó el “informe” (“uniforme”).  No pocas palabras corregidas por falsa etimología disfrutan de una difusión enorme: así, “mondarina” (por “mandarina”), “andalias” (por sandalias”), tan buenas para… andar en verano, o “raspapolvo” (por “rapapolvo”), “lacena” (por “alacena”). De esta manera podríamos seguir y seguir, pues este es un terreno inacabable. 

Comentarios

  1. A las rotondas de distribución en los cruces de careretras hay que las llama "retondas" (por eso de que son redondas, supongo). Alfonso Guerra comenta en uno de sus libros que un militante o simpatizante le escribió una carta para decirle que se le había echado de menos en la campaña electoral recién concluida y que en ella hubiera sido un indudable "repulsivo".

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  2. Hay gente mayor que dice "afoto" o "amoto". Un día el profesor de griego nos dijo que esa gente no sabe hablar. Han aprendido por oído y es curiosa como le ponen una "a" y convierten la palabra en masculino: "los afotos", "los amotos"...
    P.D: me he basado en el vocabulario de mi abuela

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