lunes, 30 de septiembre de 2024

EL VESTIDO

 


Era una maravillosa y soleada mañana cuando Clara, una joven de tan solo 20 años, se

encontraba en plena preparación para un viaje muy especial que la llevaría a la capital

junto a sus padres. La emoción la embargaba con cada paso que daba, pues se

proponía buscar y comprar un vestido de fiesta en unos almacenes de gran renombre

y categoría. Este vestido era de vital importancia para Clara, ya que había sido

invitada a la boda de una de sus mejores amigas, que se celebraría en la semana que

estaba por venir, y su mayor deseo era lucir espectacular en una ocasión tan

significativa.

Clara era conocida en su círculo íntimo por ser caprichosa e indecisa, características

que a menudo ponían a prueba la paciencia de quienes la rodeaban, especialmente la

de sus padres. Sin embargo, estos siempre habían sido comprensivos. Ahora se

disponían a acompañarla en esta importante misión, que parecía tener un peso

especial para su hija.

Cuando finalmente llegaron a los almacenes, Clara se sintió deslumbrada por la

elegancia y el lujo que emanaba de aquel lugar. Los maniquíes en los escaparates

lucían vestidos de ensueño, cada uno más hermoso y cautivador que el anterior. Al

entrar, fueron recibidos por un dependiente que, aunque solía carecer de la

diplomacia necesaria y mostraba una escasa paciencia, trataba de mantener la

compostura para ofrecer un servicio adecuado.

—Buenos días, ¿en qué puedo ayudarles? —preguntó el dependiente, con una

sonrisa un poco forzada, que reflejaba quizás un ligero cansancio.

—Buenos días —respondió la madre de Clara con un tono amable—. Mi hija

necesita un vestido de fiesta para una boda. Queremos algo elegante y adecuado para

la ocasión.

El dependiente asintió con la cabeza y comenzó a mostrarles una cuidadosa selección

de vestidos que podrían ser de su interés. La indecisa, se dedicó a examinar cada uno

de ellos con detenimiento, pero siempre encontraba algún pequeño defecto que la

llevaba a descartarlos.

—Este vestido es demasiado largo y no me favorece. De este otro, no me gusta el

color. ¿No tiene algo que sea más brillante? —se quejaba Clara, mientras el

dependiente intentaba, con esfuerzo, no perder la paciencia y mantener un semblante

amable.

Entre los vestidos que Clara revisaba, había de todo tipo. Se presentaban trajes de

cóctel, ideales para ocasiones semiformales, con diseños que parecían ser elegantes y

sofisticados; también estaban los vestidos de noche, perfectos para eventos formales

como el de la boda, alargados y decorados con detalles elaborados y relucientes; y no

podían faltar los vestidos llamativos y coloridos, ideales para actos sociales donde se

conjugarían el brillo y la diversión. Tras una hora de búsqueda exhaustiva, Clara

seguía sin lograr decidirse por nada en particular. Además, dejaba todos los vestidos

regados por el suelo, sin tener la paciencia de ponerlos en su sitio, lo que aumentaba

la frustración del dependiente.

El dependiente, visiblemente nervioso por la situación, intentaba mantener la calma

al dirigirse a la chica:

—Señorita, ¿podría ser más específica sobre lo que busca? —preguntó, tratando de

mostrar serenidad en su expresión.

Clara suspiró profundamente y miró a su madre en busca de apoyo. La madre, con

una sonrisa comprensiva y alentadora, le sugirió que comenzara a probarse algunos

vestidos para ver cómo le quedaban y así tener una mejor idea de lo que realmente

quería. Finalmente, accedió y comenzó a probarse una serie de vestidos. Primero, se

puso uno de cóctel corto, ajustado y elegante, que resaltaba sus encantos y su figura

juvenil. Luego, un vestido de noche largo, confeccionado con encajes y bordados que

le conferían una elegancia y sofisticación inigualables. Además, también tuvo la

oportunidad de probar un llamativo vestido de fiesta que, con sus colores intensos y

su diseño moderno, prometía ser atrayente e incluso excitante. Cada vez que Clara

salía del probador, sus padres la miraban con orgullo y admiración, deseando que al

fin encontrara lo que buscaba, pero ella, aún insegura y anhelando más, seguía

sintiéndose incómoda y sin la certeza de haber encontrado su elección final. El

dependiente, aunque era evidente en su agotamiento, no se rendía y continuaba

trayendo nuevas opciones.

Finalmente, después de una larga y exhaustiva búsqueda, cuando los padres estaban

ya desesperados, la chica decidió probarse un vestido de línea A, que resultaba ser

ajustado en la parte superior y contaba con una falda que se ensanchaba hacia abajo,

dándole un aire de inocente belleza. Era de un color azul oscuro que la hacía destacar,

con delicados detalles de encaje en el escote y la cintura. Al mirarse en el espejo, Clara

experimentó una sensación única. Por fin, sintió que había encontrado el vestido

perfecto, el que la haría brillar en la boda.

—Este es —dijo entusiasmada con una sonrisa radiante que iluminaba su rostro—.

Este es el vestido que quiero. ¡No puedo esperar para lucirlo!

Sus padres suspiraron aliviados, contentos por la decisión de su hija. El dependiente

también sonrió y, aunque cansado por la larga jornada, se sintió satisfecho con la

elección final de la joven.

Sin embargo, cuando llegaron a la caja para pagar, Clara notó un pequeño defecto en

el encaje del vestido.

—¡Oh no! —exclamó, frunciendo el ceño—. ¡Mira esto, mamá! ¡El encaje está

deshilachado! No puedo llevarme este vestido así.

El dependiente, visiblemente agotado, trató de calmarla.

—Señorita, podemos arreglarlo rápidamente, no será un problema.

Pero Clara ya había tomado una decisión.

—No, no. Prefiero buscar otro. No quiero arriesgarme.

Su madre , ya cansada, intentó razonar con ella.

—Clara, cariño, llevamos horas aquí. Este vestido es hermoso y el defecto es mínimo.

Podemos arreglarlo.

—¡No, mamá! —respondió Clara con firmeza—. No quiero un vestido con defectos.

Quiero algo perfecto.

El dependiente, tratando de mantener la calma, intervino.

—Señorita, entiendo su preocupación, pero le aseguro que podemos solucionarlo.

Clara, sin embargo, no estaba dispuesta a ceder.

—No, gracias. Prefiero seguir buscando.

Y así, la búsqueda comenzó de nuevo. Revisó más vestidos, probándose uno tras

otro, cada vez más exigente y caprichosa. Sus padres, aunque agotados, la apoyaban

pacientemente. Finalmente, después de otra hora de búsqueda, encontró un vestido

que la dejó sin palabras. Era un vestido de noche largo, de un color rojo intenso, con

detalles de pedrería que brillaban con cada movimiento. Al mirarse en el espejo, Clara

supo que este era el vestido perfecto.

—Este sí —dijo con una sonrisa aún más radiante—. Este es el vestido que quiero. ¡Es

perfecto!

Sus padres, aliviados, asintieron con entusiasmo. El dependiente, aunque exhausto,

sonrió satisfecho.

—Excelente elección, señorita. Estoy seguro de que lucirá espectacular en la boda.

Clara salió de los almacenes con su nuevo y hermoso vestido, emocionada por la fiesta

que se avecinaba y por la oportunidad de mostrar su estilo personal. Aunque había

sido una búsqueda larga y complicada, al fin había encontrado lo que realmente

quería. Y, aunque el dependiente tuvo que armarse de paciencia durante toda la

experiencia, finalmente todos se fueron con una sonrisa, satisfechos de haber

alcanzado el objetivo.


GIROLAMO VALENTI

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