Acabo de leer “Vera. Una historia de amor”, de Juan del Val, último premio Planeta. No esperaba gran cosa, pero tampoco creí que fuera tan endeble. En primer lugar, no es una historia de amor, pese a ese título tan cursi, propio de una fotonovela, sino la descripción de un insustancial encoñamiento, adobado con un suicidio y un crimen, creo que injustificados. Además, los personajes no pueden resultar más tópicos, con unas reacciones totalmente previsibles, incluida la promiscuidad del varón; la trama linda con lo caótico, sin lograr casi nunca despertar gran interés ni atrapar; no hay referencia social, no hay reflexión sobre el ser humano o la sociedad circundante, no hay arte en el lenguaje, no hay… nada. Ni sé cómo he llegado al final. Ahora tengo en perspectiva la obra finalista, que veré si me compensa.
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LA QUE, DESGRACIADAMENTE, NO GANÓ
Concluida la lectura de “Cuando el viento hable”, de Ángela Banzas, finalista del último premio Planeta, estoy en situación de arrepentirme de no haberle dado prioridad respecto a la novela que obtuvo el primer puesto, totalmente inmerecido, como ya comenté. La de Ángela Banzas sí que habría sido una excelente ganadora. Según dicen la malas lenguas (con frecuencia, sabias), es algo que suele suceder en el concurso de Planeta.
Destaco dos aspectos, de carácter formal, por los que creo que la historia, que no es nueva en su núcleo, gana y mantiene el interés del lector e incrementa el valor de la obra: 1) el sabio manejo de técnicas de intriga consistentes en graduar estratégicamente la información sobre personajes y hechos, de modo que quede aplazada una parte importante, desvelada más tarde; 2) lo elaborado y rico del lenguaje literario, que, sin dificultar nunca la comprensión, llega a límites que solo alcanza quien ha nacido con ese don del arte verbal. Lenguaje, aquí, al servicio, eficacísimo, de la expresión de sentimientos, emociones y visiones subjetivas, tan abundantes.
Una gran novela. Felicidades para Doña Ángela.

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