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EL FACTOR "EVALUACIÓN"

               No existen en nuestra lengua, ni en otras, muchas palabras monosémicas, es decir, con un solo significado. Me refiero al vocabulario común, no a los léxicos especializados y cuasi especializados, pertenecientes ambos a lo que la Semántica y la Lexicografía denominan “terminologías” (“vertebrado”, “ecuación”, “endecasílabo”, “espátula”, “abrazadera”, etc.).  En la lengua que usamos en el escenario social o familiar cotidiano, abundan los términos polisémicos, que lo son por diversos motivos, en los cuales no entraré ahora. De “mano”, el DRAE da hasta 36 acepciones, sin contar las locuciones y frases hechas. Pese a ello, es raro que se originen enunciados ambiguos y sea imposible seleccionar el sentido adecuado: “¡Vaya pájaro que tengo en mi casa” se puede entender como la expresión del orgullo por el lorito o el jilguero con el que se convive en el hogar, o como una queja en relación con un acogido de mala conducta; pero la entonación y el contexto de la conversación no dejarán duda acerca del “pájaro” al que se refiere el hablante.
               Una forma un tanto singular de polisemia es la de ciertas palabras o locuciones que parecen significar una cosa y también la contraria, según las circunstancias en que se usen, sin que realmente sea así. Generalmente son términos o expresiones de carácter valorativo o que inducen a tomar una actitud o postura respecto a lo que significan. Por ejemplo, en algunas regiones de España, cuando una persona ha acumulado una gran fortuna, se dice que “está podrido de dinero”, siendo así que “podrido” significa realmente ‘en proceso o en fase terminal de alteración o descomposición’, como “Esta pera está podrida”. Parecido enfrentamiento aparente vemos en dos usos del verbo “clavar”, que tiene un matiz positivo en “Lo has clavado” (= ‘Lo has hecho perfectamente’, ‘Has acertado’) y negativo, cuando se trata de introducir tornillos o puntillas a golpes (no está del todo ausente la evocación inconsciente de Cristo clavado en la cruz).
              En general, puede que haya bastantes términos o expresiones, de los no especializados al menos, que, entre sus componentes semánticos o semas, presenten uno al que podíamos denominar “evaluación” , con marca positiva (“cariño”) o negativa (“terremoto”). Los hablantes tenemos catalogadas en nuestra memoria lingüística las palabras y expresiones de acuerdo con diferentes factores, y uno de ellos sería la “evaluación”, con arreglo a la cual las calificaríamos positiva o negativamente, como peculiar añadido a su significado. Casi igual que las comidas, los colores, las películas... Debe entenderse “evaluación” no como la nota que obtiene un estudiante, sino como “apreciación”, eso sí, inconcreta, por derivar de la aplicación de múltiples criterios, diferentes  y puede que hasta contradictorios en ocasiones.

http://www.loscriticonos.com/2010/06/donde-viven-los-monstruos.html
               Partiendo de aquí, añado que, en tal clasificación léxica general, los términos que estoy comentando, con doble “evaluación” posible, entrarían a la vez en los apartados negativo y positivo obviamente. La palabra “monstruo” puede aludir a un ser deforme, que produce miedo o al menos repulsión  (“Un terrible monstruo acosaba a los aldeanos”) o bien a una persona que posee cierta cualidad en grado muy alto: “Esa niña es un monstruo bailando y cantando”. En el primer caso, el signo sería negativo [-] y en el segundo positivo [+]. Todo ello, además del resto del contenido semántico, parcialmente diferente,  y debido a él.
               Seguramente, la doble “evaluación” posible es lo que presta a estos vocablos la apariencia de oposición antonímica. Más casos: “empapado” es negativo cuando se emplea en el sentido de ‘calado hasta los huesos’ (si se me permite la hipérbole) y positivo, cuando equivale al ‘conocimiento exhaustivo de una materia o de una información’ (“Me he empapado bien de ese asunto; lo defenderé en la comisión”).  Una persona puede estar o ser “irresistible”, si se presenta o posee  un gran poder de atracción, y, sin embargo, hay decimos “Una fuerza irresistible me empujó hacia el fondo”. El adjetivo “morado” también es ambivalente, pues permite el enunciado negativo “Fernando salió del agua morado” o “Le han puesto un ojo morado”, y también el positivo “En la boda de mi prima nos pusimos morados” (de comer o… de otras cosas). Más: “caerse la baba” (“Les ponemos una toallita porque se les cae la baba”/”Está con su niño que se la cae la baba”), “fresco” (“Hace un fresco muy agradable”/”Mi compañero de habitación es un fresco”), “morirse de”/”partirse de” (“Se partió la pierna por el fémur”/ “Se partió de risa con mi hija”), “frito” (“Me gustan las patatas bien fritas”/”Me tienes ya frito”), “loco” (“Le dieron sus reyes y se volvió loco”/”Parece que se ha vuelto loco, lo van a internar”).
               Técnicamente, se habla de “connotación” para referirse al componente que yo he denominado “evaluación”. No veo dificultad en llamarlo así, siempre que se tenga en cuenta que “connotación” abarca otros fenómenos significativos además del analizado aquí, de carácter más subjetivo: por ejemplo, la palabra “haza” se me asocia con vivencias muy gratas de mi infancia, porque mi casa poseía una y yo disfruté mucho en ella; la evocación de todo ello es la “connotación” que para mí, y solo para mí, tiene “haza”. La “evaluación” es un rasgo más general, no tan concreto (‘negativo’ / ‘positivo’), y menos personal.


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