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LAS PALABRAS DE LA MILI (I)

“Señores, se acabó la mili”, proclamó hace 15 años y un mes largo el entonces ministro de Defensa, Federico Trillo, tras el Consejo de Ministros que aprobó la supresión del servicio militar obligatorio en España, la “mili”. Había tenido dos siglos de vigencia. Muchos celebramos la medida. No porque estuviéramos en puertas de ser llamados a filas, que ya habíamos cumplido con la patria siete u ocho lustros antes. En realidad, lo hicimos en calidad de padres de jóvenes en edad de incorporarse obligatoriamente al ejército. En mi caso, no me tenía por antipatriota ni defensor de objetores o insumisos, pero la inclinación protectora de la prole tira lo suyo. Más aún, cuando, por aquellas fechas, no dejaban de aparecer en los medios  −quizá intencionadamente−  casos de accidentes mortales entre los soldados que recibían la instrucción.
Básteme este recordatorio para entrar en la materia que me propongo, cual es la desaparición, olvido o venida a menos de algunos términos relacionados con la mili. Es lo que ocurre con muchas palabras habitualmente: dejan de utilizarse cuando ya no existe la realidad a la que aluden, lo mismo que aparecieron cuando hizo acto de presencia dicha realidad. Concretamente, me voy a referir a cuatro sustantivos, ampliables a cinco: los que se utilizaban para nombrar a los muchachos que tenían un pie fuera y otro dentro ya de las fuerzas armadas o que estaban iniciando su estancia en la milicia. Quienes anden ahora alrededor de los 40 años los recordarán.
 

        Comienzo por la palabra mozo. Aparte del significado general de “joven, persona de corta edad”, así como el de “soltero, célibe”, el diccionario de la RAE anota, entre otros muchos, este, que es el que interesa: “individuo sometido al servicio militar desde que era alistado hasta ingresar en la caja de reclutamiento”, es decir, desde que, al cumplir la mayoría de edad, era incluido en las listas de quienes deberían cumplir el servicio militar próximamente, hasta que se marchaba a su destino. Es necesario aclarar que la denominación de mozo con este sentido pertenecía al lenguaje de la Administración, pues en la lengua general equivalía simplemente a joven o muchacho. Hoy también en el habla habitual ha retrocedido, tanto en masculino como en femenino. Incluso el derivado “mocito/-a”, tradicional en Andalucía y sus proximidades con la acepción de “soltero/-a”, apenas se emplea, salvo en la expresión, algo despectiva, “mocito/-a viejo/-a”, o sea, soltero/-a ya mayor.
Muy próximo al anterior estaba el vocablo quinto. De acuerdo con el DRAE, se aplicaba al “mozo” desde que se sorteaba (o se “quintaba”), con el fin de encuadrarlo en un CIR o Centro de Instrucción de Reclutas para su formación, hasta que se incorporaba a él. “El nombre proviene de la contribución de sangre u obligación de servicio militar que Juan II de Castilla (1406-1454) impuso durante su reinado, según la cual uno de cada cinco varones debía servir en el ejército, disposición que Felipe V retomó en 1705”. (*) Sobre todo en los pueblos, existía la costumbre de celebrar una fiesta en honor de los quintos de cada período. Ya que las listas de mozos aparecían con periodicidad anual, entre los hombres era habitual que se aludiera a la “quinta”, más que al año de nacimiento, cuando contrastaban entre ellos su edad: “¿Tú y este sois de la misma quinta?”, “Yo soy de la misma quinta que mi primo Miguelito”. Tal uso queda respaldado por el DRAE, cuando define quinta como “reemplazo anual para el servicio militar” o incluso “conjunto de personas que nacieron el mismo año”. Por último, teníamos la locución “entrar en quintas”, equivalente a alcanzar la edad en que sería sorteado el joven.

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https://es.wikipedia.org/wiki/Quintos


(Continúa aquí)

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