sábado, 6 de agosto de 2016

EL ACTO DE HABLA INDIRECTO: UN PASAJE DE “EL OJO DEL LEOPARDO” (I)

             Tengo interés en transcribir un pasaje del último libro que he leído, El ojo del leopardo (H. Mankell, 1990), porque ilustra con acierto y claridad uno de los fenómenos más destacados de la comunicación, en su modalidad interactiva o conversacional. Me refiero al llamado acto de habla indirecto. Aunque más abajo, tras los párrafos copiados, habrá ocasión de pormenorizar sus rasgos, su funcionalidad, etc., avanzo que se trata de una secuencia en la que se comunica un mensaje con medios lingüísticos y textuales extraños a su naturaleza, muy diferentes de los que cabría esperar, sin que por ello se obstruya o perjudique la comprensión cabal de dicho mensaje. Paso a copiar la escena mencionada, que consiste en realidad en un diálogo.
        Los interlocutores son Hans Olofson, nacido en Suecia, emigrado a Zambia, donde trabaja a la sazón como “capataz provisional” en una granja de gallinas ponedoras, propiedad de Madame Fillington, enferma el día de la conversación; es el protagonista. En calidad de sustituto de la dueña, dialoga, en la propia granja, con un visitante, que se dice policía y se autodenomina Mister Pihri. De lo que él mismo afirma, se deduce que es una especie de conseguidor de Madame Fillington ante la Administración, donde le procura “pequeños servicios” para “evitar problemas que pueden resultar inquietantes”.
          Se presentan ambos y, antes de entrar en el motivo de su visita, el recién llegado deja caer lo siguiente:
(1) “Madame Fillington suele invitarme a té cuando la visito”.
Y, mientras preparan la infusión, explica:
 “Nuestras autoridades son muy cuidadosas con las formalidades […]. Eso lo aprendimos de los ingleses. Tal vez nuestras autoridades actualmente exageran la minuciosidad. Pero hemos de tener cuidado con las personas que visitan nuestro país. Todos los papeles deben estar en regla”.
El capataz Olofson no tiene dificultad en captar la advertencia: << O sea, que se trata de mí>>. Y prosigue Mister Pihri:
“Madame me pidió ayuda para que agilice los trámites de su permiso de residencia […]. Por supuesto es importante evitar problemas innecesarios. Madame y yo solemos intercambiar servicios para nuestro propio beneficio.
Le muestra a Olofson unos papeles sellados, que este agradece en nombre de su jefa. Pero a Pihri aún le resta encarecer su misión:
“Mis amigos y colegas del Departamento de Inmigración están muy ocupados en estos momentos. La carga de trabajo es especialmente elevada. También se deniegan muchas solicitudes de permiso de residencia temporal. Por desgracia, a veces también tienen que rechazar a personas que quisieran residir en nuestro país. Naturalmente, no es agradable tener que dejar un país e veinticuatro horas […]. Pero mis amigos del Departamento de Inmigración son muy comprensivos. Me alegro de poder dejar esos papeles, firmados y sellados, en el debido orden […]. Las autoridades miran con recelo a las personas que carecen de los documentos necesarios. Por desgracia, a veces también están obligados a meter a personas en la cárcel por tiempo indeterminado […].  Desgraciadamente, las cárceles de este país están muy abandonadas. En especial, para los europeos, que están habituados a otras condiciones”

De nuevo el capataz le manifiesta su agradecimiento personal  y, en su nombre, el de Madame Fillington. Pero el policía mediador está pensando en otra forma de gratitud:
(2) “El maletero de mi coche no es muy grande. Pero caben quinientos huevos sin dificultad.
Olofson da la orden correspondiente y recibe los documentos. Además se entera de que
“Desgraciadamente, de vez en cuando hay que renovar estos sellos […]. Por eso, Madame Fillington y yo nos vemos con regularidad.
Para la despedida, el sueco acompaña a Pihri hasta el coche:
(3)  Mi coche empieza a estar viejo {…]. Puede que un día deje de funcionar por completo. Visitar a Madame Fillington puede que me resulte entonces un problema […]. En este momento está en venta un Pugeot en muy buenas condiciones en casa de uno de mis amigos de Kitwe.

“Se lo diré”, le promete el capataz. Y, para sus adentros, no duda de que es <<el prototipo de la corrupción>>, aunque tampoco, de que ha sido <<una conversación cortés y discreta>>. 

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