Cabe la posibilidad de que el emisor esté en lo cierto y esos
individuos sean o se juzguen como sugiere; o, por el contrario, que sus
insinuaciones no se correspondan con la realidad o no todo el mundo vea las
cosas así. En ambos casos, lo que cuenta es la posición y reacción del receptor:
a) no acepta lo que su interlocutor da por sentado calladamente, saca a la luz
lo que ha presupuesto, le pide explicaciones o lo desmiente, denunciando su
intención de engañar y descubriendo la trampa (o, en el mejor de los casos, le afea
su ignorancia) ; b) conoce a las personas nombradas -o su fama-
y admite sin problema lo que se da por supuesto en los enunciados; c) consciente
o inconscientemente, toma como axioma indiscutible lo que insinúa el emisor e
incluso lo incluye como información nueva en su acerbo. Repárese en que la
aceptación como verdadera de dicha información presupuesta es condición indispensable para la admisión de
lo expresado con palabras, tal como
sucede en las situaciones (b) y (c), y que, por el contrario, la situación (a)
debe valorarse como un fracaso comunicativo.
En el discurso del político mitinero, el principio del principio
es que el público llegue a captar y asumir los supuestos que sirven de base a sus
argumentos para la petición del voto, imposibilitando o dificultando que ponga
en tela de juicio dichos supuestos. Oigamos este consejo que da a un conocido un militante del partido SP (siglas de uno cualquiera):
![]() |
http://www.irreverendos.com/?p=7158 |
“Si vas al mitin del DB (otro partido), déjate en casa la cartera”.
No cuesta apreciar el veneno que encierra la advertencia, donde se “informa” calladamente de que en ese partido ‘abundan los ladrones, como todo el mundo sabe’. Ya solo falta que un incauto ciudadano respalde esa acusación tan clara como bien tapada, que le lleguen mil mensajes similares, junto con la cita de algún que otro caso de corrupción, para que quede convencido de que los del DB son todos unos chorizos y mejor será votar al SP.
En realidad, todo consiste en darle la vuelta,
pervirtiéndolo, al mecanismo de la “presuposición” o “implicatura”, de esta
manera: tratar una información como “implicada”, disfrazarla de indiscutida e
indiscutible, hacerla parecer digna de aceptación a ciegas, vestirla de verdad
lógica, científica o social, de dato obvio…, tan solo con dejarla sobreentendida
en un contexto y pretender, así, que funcione como (falsa) “presuposición” o
“implicatura”:
"Rueda de prensa del Gobierno. Otra sarta de mentiras."
"Ha salido de ministro pronto, no le habrá dado tiempo a llenarse la cartera."
Estas aseveraciones presuponen que
Estas aseveraciones presuponen que
El presidente
del Gobierno es un mentiroso
El ministro es un ladrón
El ministro es un ladrón
(Continúa aquí)
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