¿Cuándo y por qué una persona o un grupo se deciden a copiarse a sí
mismos y manifestar lo que ya han expresado una o muchas veces? Varios pueden ser
los motivos; de ellos, voy a atender principalmente a dos: que el receptor
(individual o colectivo) lo pida, para una mejor comprensión del mensaje o para
sacarlo del olvido, o bien que el emisor juzgue conveniente volver sobre lo
expuesto por alguna razón relacionada con la recepción en un determinado
escenario. Por ejemplo, la pretensión de que el público fije en la memoria el
mensaje al reiterarlo y llegue incluso a modificar la percepción de dicho mensaje
obtenida antes de ser multiplicado.
Me estoy aproximando, no sé si se ve, al
conocido principio seis, de los once que el “padre de la propaganda nazi”,
Joseph Goebbels, estableció y aplicó; el llamado “principio de orquestación”.
Reza así: “La propaganda debe limitarse a un número pequeño de ideas y
repetirlas incansablemente, presentadas una y otra vez desde diferentes
perspectivas pero siempre convergiendo sobre el mismo concepto. Sin fisuras ni
dudas”. De aquí viene también la famosa frase: “Si una mentira se repite
suficientemente, acaba por convertirse en verdad” (*). Está muy de actualidad hoy tal consigna en el mundo de la publicidad
y también en el de la política, en donde los agentes de la comunicación parecen más
orientados hacia objetivos propagandísticos, que informativos o incluso formativos.
Se sabe que el postulado goebbelsiano funciona en bastantes momentos, da
resultado. Ahora bien, según he podido observar (a ojo de buen cubero, claro
está), su poder se debilita en algunas situaciones y queda como un recurso
estéril, que puede llegar incluso a ser contraproducente. Mencionaré dos:
cuando se encarna en un discurso pobre, del tipo de autoplagio total además, y/o cuando no se tiene en cuenta que ante un mismo público es
bastante arriesgado repicar una y otra vez con la misma campana. Se está,
entonces, a un paso de generar cansancio y llevar al oyente o lector hasta el
hastío y el rechazo.
Hay oradores en la política con capacidad para superar estos
peligros, gracias a su habilidad y acierto en decir lo mismo de mil maneras diferentes.
Otros, en cambio, reproducen continuamente y en todas partes el papelito que le
mandan desde arriba, a veces sin poder levantar la vista de lo que contiene
escrito. Me recuerda los apuntes milenarios de muchos profesores, con hojas que
el tiempo ha teñido de color amarillento. Porque también los docentes andamos
merodeando las arenas movedizas del autoplagio, de las que nos salva casi
siempre la continua renovación del alumnado.
(*) http://www.culturizando.com/2013/04/los-11-principios-de-la-propaganda-nazi.html)
Continúa aquí
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