lunes, 12 de febrero de 2018

LA SIMPLIFICACIÓN DE LAS REGLAS DE ACENTUACIÓN (I)

           En un artículo publicado en este mismo blog hace unos años (http://ahitequieroyover.blogspot.com.es/search?updated-max=2010-12-22T08:11:00-08:00&max-results=1&start=38&by-date=false), propugnaba yo una reforma de la ortografía del español mucho más honda y decidida que la realizada por la Real Academia, que estaba próxima a aparecer en forma de libro (http://www.rae.es/sites/default/files/1ortografia_espanola_2010.pdf). Criticaba en mi escrito "los cambios, los cuales parece que no pasan de meras sustituciones y eliminaciones de carácter secundario". Pensaba que era una reforma "muy parca". Ahora sigo creyendo que fueron unas modificaciones demasiado leves y tímidas. Por mor de mi profesión, me baso, sobre todo, ahora como entonces, en argumentos de carácter didáctico."Mi enfoque siempre parte de la perspectiva de la enseñanza (que no es oficialmente mayoritario al parecer): no tiene justificación ya ocupar (perder, me atrevo a decir) tanto tiempo y esfuerzo en el intento, casi siempre baldío, de que los niños aprendan y apliquen la ortografía correcta o, como se suele decir, que no saquen faltas de ortografía".
           Con tal fundamento, proponía unos cambios en las reglas, prudentes, eso sí, pero algo más rotundos que los adoptados por la sabia institución, demasiado conservadora en esto. Con la esperanza de que algún día, seguramente lejano, los académicos sientan la necesidad de un impulso renovador más atrevido, mantengo en su conjunto las normas ortográficas que en el citado artículo expuse. No obstante, quiero volver a tomar un punto, el de la acentuación, respecto a la que me mostraba a favor de una regla única: "7. Colocación de tilde en la sílaba tónica de todas las palabras polisílabas: “mésa”, “retén”, “sostenér”, etc. Así se evitaría entrar en pormenores de teoría prosódica, que los niños no entienden y los mayores olvidan”. Sin duda, supone un cambio drástico y general de la grafía del acento.
            Me fijo de nuevo en esa cuestión, para considerar una interesante formulación de F. Villegas B. en la web de la FUNDEU (https://www.fundeu.es/sobre-fundeu/quienes-somos/), aparecida por las mismas fechas que mi artículo, pero que he conocido hace unos días tan solo (https://www.fundeu.es/noticia/las-tildes-al-diccionario-6302/). Adopta el autor una posición diferente a la mía, aunque parte de unos principios y apunta hacia un objetivo parecidos. También está su concepción bastante más desarrollada. En concreto, defiende, como yo, una sola regla general, pero esta es: que ninguna palabra de ningún texto escrito del español aparezca con tilde. Aporta argumentos referidos a los varios tipos de palabras: las polisílabas, las que llevan lo que se puede considerar diptongo o hiato, los vocablos de grafía y pronunciación parecida (a los que únicamente distingue el acento), las palabras compuestas, los monosílabos, los interrogativos y exclamativos, etc.       
           El postulado básico es el siguiente: "Todos aprendemos a escribir mucho después de saber cómo se pronuncian las diferentes palabras. ¿Para qué se tiene que señalar permanentemente en el escrito lo que todo el mundo sabe?”. Tal como lo hacemos ahora (o lo deberíamos hacer), parece que escribimos para extranjeros o para gente que ignora o apenas sabe la lengua común y usual. Personalmente me parece incontestable, si se adopta solo la perspectiva del emisor-escritor, y no tanto la del receptor-lector. Después tomaré de nuevo este punto.
           Respecto a las vocales en contacto, afirma Villegas que “todo el problema está en reconocer si las dos o tres vocales contiguas pertenecen a una misma sílaba o a dos diferentes. Esto solo se sabe por lo que se ha escuchado de oídas”. Con lo que, de nuevo, se remite al criterio esencial, expresado arriba; “no es necesaria una nueva norma”.
           “Donde habría una exigencia mayor sería en los polisílabos que pueden tener hasta tres significados distintos, v. gr. “práctico", "practico", "practicó” o solo dos, como el utilizado por García Márquez en su discurso: “revólver" y "revolver”. Por el solo contexto se sabe qué palabra es el verbo y cuál sustantivo, y en el verbo si es primera persona o tercera. El contexto es el que no nos permite equivocarnos, no necesariamente la tilde. Algo similar ocurre con los monosílabos que regulan las Academias: “el, tu, mi, te, mas, si, de, se, o”. Es el contexto el que indica su significado, no necesariamente la tilde. Lo mismo en los demostrativos”.
           Por último, “¿por qué se tiene que poner tilde en algunos pronombres para indicar la interrogación o la exclamación si, al mismo tiempo, estamos colocando los signos de puntuación que indican esta función, con el agravante de que no solo los ponemos al final, sino por partida doble, desde el principio?”. 

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