La historia del acordeón que inicié en el anterior artículo ( http://www.ymalaga.com/blocs/que+nadie+se+calle/lo-que-quiero-es-un-acordeon.88923.html ) es cierta: yo tenía unos diez años y mi mayor ilusión era tener un acordeón rojo que lucía en un escaparate antequerano. Concluyó quedándome a dos velas, sin mi anhelado instrumento. Aparte del cruento tajo a mi incipiente afición musical como intérprete, supuso el desgarro definitivo del inocente velo que oculta a la infancia la existencia de metas -caprichos, muchas de ellas- imposibles. Así fue. Y hoy me propongo comentar, algo más por extenso, no la frustrante negativa paterna, sino la frase que expresa lo ocurrido: “El acordeón no me lo compraron”. Empiezo comprobando que eso mismo podría decirse de otra manera, más sencilla y más acorde con el orden sintáctico “canónico” (sujeto-verbo-com...
Artículos sobre lengua española, literatura, música y comunicación en general, dirigidos a un público no especializado.