En castellano, tanto en el de España como en el de Hispanoamérica, existen unas palabras y expresiones interrogativas, cuyo valor comunicativo no ha sido atendido y apreciado hasta hace relativamente poco tiempo, a pesar de ser muy comunes en la lengua hablada. Me refiero a partículas como “¿no?”, “¿eh?”, “¿verdad?”, entre otras, y a construcciones como “¿de acuerdo?”, “¿no crees?”, “¿no es así?”, etc., generalmente ubicadas al final de enunciados. Que yo sepa, el primero en estudiarlas y describirlas con detenimiento fue el profesor J. Ortega Olivares, en el año 1985. Las llamó apéndices modalizadores comprobativos o simplemente comprobativos. Después, otros especialistas han ampliado el análisis y han profundizado en su uso y rendimiento dentro de la interacción comunicativa: Mª L. Méccero (que las denomina preguntas confirmatorias), D. Galué, Mª J. García Vizcaíno, Briz (quien prefiere el más extenso y complicado nombre de conectores metadiscursivos de control de contacto), Martín Zorraquino, Portolés, etc.
Prácticamente todos los autores coinciden en asignarles un cometido fundamental, que es el señalado por Ortega Olivares: con estas preguntas, el emisor invita al receptor a que se manifieste de acuerdo (o no) con la afirmación, la opinión o el requerimiento que expresa el enunciado al que se une el comprobativo: (a)“El correo viene a las doce, ¿verdad?”, (b)“Ese no se anda con chiquitas, ¿eh?”, (c)“Te pones a limpiar tu habitación ahora, ¿de acuerdo?”. En el enunciado (a), el hablante tiene ciertas dudas sobre la llegada del correo, aunque formula una suposición que le gustaría fuera respaldada por el oyente. En (b), está casi seguro de lo acertado de su valoración e insta al receptor a corroborarla. En (c), prefiere que su orden se base en la aceptación del destinatario y se convierta este en corresponsable, de modo que parezca más bien una especie de pacto y no una imposición unilateral.
Además de estas funciones “de comprobación” del pensamiento y la actitud del receptor por parte del emisor, autores como los citados han señalado otras (http://www.lingref.com/cpp/wss/2/paper1143.pdf). Así, algunas de las partículas interrogativas, al menos, presentan una función fática, o sea, se emplean para mantener o reanudar la atención del oyente, como si quisieran decir “¿me sigues?” o algo similar. También sirven en algunos contextos como factor de refuerzo o intensificación del sentido de lo que se dice (“Espera un momento, ¡un momento, un momento! ¿Eh? ¡Un momento!”). A veces son simples muletillas, expresiones de relleno, a las que el emisor acude inconscientemente con objeto de ganar tiempo para organizar su discurso, evitar vacíos…
En el marco de tales explicaciones, quisiera hacer mención de dos expresiones interrogativas de esta naturaleza, que no he visto nunca citadas. La primera es “¿o no?”, de claro valor comprobativo, tanto si equivale a una simple invitación al oyente para que se sume a lo dicho por el hablante (“Este equipo es manifiestamente mejorable, ¿o no?”), como si representa una intensificación, que convierte el enunciado en una instigación fuerte, prácticamente una coacción, que casi cierra toda opción de rechazo (“¡Tú te quedas aquí conmigo!, ¿o no?”).
Aquí está el otro comprobativo anunciado, transcrito tal como se pronuncia en donde lo he oído y sigo oyendo (provincia de Málaga): “¿e o no?”; con la ortografía académica sería “¿Es o no?”. En el instituto de Secundaria en el que trataba de enseñar hasta hace poco, fue en realidad donde lo aprendí, porque saltaba continuamente en la conversación de los chavales, sobre todo como apéndice de enunciados valorativos o de opinión positiva: “El Madrid ya está de puto amo, ¿es o no?”, “En nuestras fiestas siempre te lo pasas de lujo, ¿es o no?”. El sentido se puede parafrasear como “¿A que crees que es así?” o “¿A que sí?”. Resulta curioso que, en ocasiones, esta frase también la utilizan para responder afirmativamente a una pregunta (el mismo elemento que sirve para preguntar, se emplea para contestar, cosa bastante frecuente en nuestra lengua): “-Ese chándal es chulísimo, tío” -Jeje, ¿es o no?”. Por cierto, que la gente del pueblo donde se halla el centro, Humilladero, también suele sustituir el “sí” de respuesta afirmativa por “entonces” (“-Van a estar allí tus padres? -Entonces.”). Algún día habrá que indagar más en la peculiar habla del lugar.
Propongo, pues, incrementar así la nómina de los comprobativos, que nadie ha dado nunca por cerrada.