No parece presentar una especial dispersión semántica el término
“profesional”, que bascula sobre dos ejes principales: el que podríamos nombrar
con las palabras “especialista” o “experto” y el que llamaremos “cumplidor”;
como se ve, uno referido a la capacitación y otro a la actitud. Se califica a
alguien de “profesional” cuando la intención es hacer énfasis en los
conocimientos, la experiencia, la inteligencia… para desempeñar una labor concreta:
“Mi jefe te lo reparará. Es un buen profesional”. O bien al tesón, la honradez,
el compromiso con la tarea, la demanda: “Mi jefe no parará hasta terminarlo: es
un profesional”, “Los jugadores no se vendrán abajo por un gol: son muy
profesionales”. O, por último, a ambas cualidades.
El DRAE hace alusión a que el núcleo originario es el
concepto de “profesión”, entendido como el trabajo o quehacer habitual de una
persona, que le permite ganarse la vida y que consta de una serie de derechos y
de obligaciones. Un derivado muy frecuente es el sustantivo “profesionalidad”,
que retiene todos los matices significativos del adjetivo del que deriva.
El propio diccionario académico puntualiza, sin embargo, que se admite el empleo de “profesional” referido a actividades delictivas o muy desprestigiadas: “Es un profesional del sablazo” (es el ejemplo del diccionario), “No dejaron ni una huella en las armas: son unos profesionales”. Se trata, sin duda, de un uso extensivo, con un cierto componente metafórico, basado en la dimensión del término alusiva a la cualidad de “especialista” o “experto”.
El propio diccionario académico puntualiza, sin embargo, que se admite el empleo de “profesional” referido a actividades delictivas o muy desprestigiadas: “Es un profesional del sablazo” (es el ejemplo del diccionario), “No dejaron ni una huella en las armas: son unos profesionales”. Se trata, sin duda, de un uso extensivo, con un cierto componente metafórico, basado en la dimensión del término alusiva a la cualidad de “especialista” o “experto”.
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La parte del contenido semántico que recalca a la
preparación, la formación, los conocimientos, las habilidades del “profesional”
parece relacionarse con actividades en las que la eficacia se funda en la
aplicación de unas técnicas perfectamente asimiladas, que, ejecutadas de una
manera adecuada, conducen con toda seguridad a la “obra bien hecha” según
criterios previos, más o menos objetivos (como sucede en las cadenas de montaje
o en una oficina informatizada, por ejemplo). Es la razón por la que los
procesos de carácter creativo, que no llevan a una solución única preestablecida,
de carácter estándar, no casan con la noción de ”profesión”, según he
comprobado arriba. Tampoco suelen admitir sus ejecutores el calificativo de
“profesionales” en el sentido de “expertos”. Es más, estoy seguro de que no hay
artista o creador que quiera ser llamado así; nunca entenderán quesea un
elogio, sino más bien lo tomarán como una repelente ofensa.
En un interesante foro, con el formato de pregunta –
respuesta (“Yahoo respuestas en español”), un participante pregunta “¿Qué
significa ser un profesional en su trabajo?”. Es curioso cómo las seis
contestaciones, en conjunto, vienen a definir el término acudiendo,
intuitivamente, a los dos núcleos semánticos aquí establecidos al principio, a
los que añaden algunos detalles. La competencia lingüística de los foreros es más
que notable. Hay que aclarar que el demandante establece, tras su pregunta, que
escriban sus “reflexiones”, pero “sin hacer
trampa e ir al diccionario”. (http://espanol.answers.yahoo.com/question/index?qid=20121025145638AAnvL5z)