Sirva de humilde homenaje a mi tierra y a mi
habla este sencillo y breve artículo, con motivo del Día de Andalucía, ya
próximo.
La falta de uniformidad
lingüística total del territorio andaluz es un hecho incontrovertible. Si alguien lo
duda, que se desplace unos kilómetros por Andalucía y podrá comprobar la
diversidad con sus propios oídos, a poco que los tenga mínimamente entrenados.
“El” habla andaluza o “el” dialecto andaluz no existen, no se corresponden con
ninguna realidad lingüística. En su lugar se ha acuñado la expresión “hablas
andaluzas”, más adecuada, que es la que se emplea hoy en los medios
especializados. Aún no ha traspasado ese ámbito y, por inercia o por
simplificación, se siguen empleando en el registro coloquial los términos
antiguos.
Situémonos en el nivel de la
pronunciación, que es donde más nítida aparece la peculiar fisonomía de los
modos de hablar andaluces. Si repasamos los rasgos lingüísticos que se han propuesto
para caracterizar una supuesta variedad homogénea del castellano, vemos que la
mayoría no son generales en la región y/o no pertenecen en exclusiva a ella.
Así, por ejemplo, el seseo se da en algunas zonas del occidente y del centro,
pero ni es la misma “s” en todas partes de tal dominio ni constituye, mucho
menos, un fenómeno general; además de que lo vemos en las modalidades de
Canarias y de Hispanoamérica, como una pieza esencial de sus respectivas modalidades
dialectales. El “ceceo” tampoco lo practican todos los andaluces. La aspiración
de la “h” no abunda, salvo en el habla rústica de algunos sitios. Más extendida
está la pronunciación suave de la “j”, que no es posible encontrarla, sin
embargo, en la provincia de Jaén y zonas próximas. La abertura vocálica divide el
territorio por la mitad. Etc., etc.
Esto no quiere decir que no sea
posible reconocer a un andaluz fuera y dentro de su tierra en cuanto que arranca
a hablar. Si no trata de disimular su acento, reproducirá algunos –no todos, quizás– de esos rasgos fónicos que
acabo de mencionar e incluso otros que no he citado. De eso no hay duda. Lo que
no podrá identificar, seguramente, el hablante forastero es la procedencia de
un andaluz (Sevilla, Málaga, Almería…) a tenor de su singular fonética, porque lo
normal es que desconozca el mapa dialectal de Andalucía. Los originarios sí que
tenemos idea de la pluralidad, aunque sea aproximada y parcial, y procedente de
la pura experiencia.
Al aproximarse a esta situación, podrá alguien sentir extrañeza al considerarla. ¿Es que no existen al menos dos o tres puntos de coincidencia fonética entre los andaluces, pueblo culturalmente tan significado en el ámbito hispano y tan diferenciado en su conjunto del resto de territorios castellanoparlantes? Sin embargo, ¿cómo es que se reconoce a un hablante andaluz a la legua? El caso es que, no obstante, no se trata demasiado de esta cuestión en la actualidad y se hace más hincapié en las diferencias.
Al aproximarse a esta situación, podrá alguien sentir extrañeza al considerarla. ¿Es que no existen al menos dos o tres puntos de coincidencia fonética entre los andaluces, pueblo culturalmente tan significado en el ámbito hispano y tan diferenciado en su conjunto del resto de territorios castellanoparlantes? Sin embargo, ¿cómo es que se reconoce a un hablante andaluz a la legua? El caso es que, no obstante, no se trata demasiado de esta cuestión en la actualidad y se hace más hincapié en las diferencias.
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