viernes, 26 de febrero de 2021

PREGUNTAS SOBRE LA MÚSICA CLÁSICA (III)

 Continúo con este una serie de textos en los que me hago preguntas que creo que mucha gente se plantea en relación con la música clásica. Preguntas seguidas de sencillas respuestas, aptas para la comprensión inmediata de cualquier lector sin una preparación especial. Añado unas direcciones de sitios de internet con grabaciones que ilustran lo expuesto.

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Pregunta 3

 

¿Por qué una buena parte de la música culta actual suena un tanto rara incluso a bastantes aficionados a la música clásica? La atonalidad.

 

Aclaro, ante todo, lo de “buena parte de la música culta actual”. Me refiero a la obras creadas desde principios del siglo XX, dentro de las corrientes vanguardistas, principalmente la atonalidad y el dodecafonismo. ¿Por qué se caracterizan estos movimientos? Primero, coinciden ambos en reaccionar contra el lenguaje musical vigente hasta  entonces. En segundo lugar, se diferencian bastante, aunque no están exentos de puntos de contacto. En este artículo trataré sobre la música atonal; en el siguiente entraré en el dodecafonismo.


        La atonalidad consiste en la renuncia a dotar a las obras de una tonalidad específica y única, do mayor, mi mayor, re menor, etc. Permítaseme una breve explicación sobre la tonalidad.

Empiezo por un ejemplo. Decir que una obra está en do mayor, pongamos por caso, significa que se utiliza en ella la escala de siete notas (“diatónica”) que comienza en do y termina en si, con una distribución prevista de tonos y semitonos. De las siete notas, la esencial es el do, la “tónica”, con respecto a la cual cada una de las demás adquiere un papel, una función. Quien escucha una obra “tonal” se hace cargo de ese esquema de funciones y percibe, entre otras cosas, que una determinada sucesión de acordes, con su melodía (re-sol-do), marca el final de la pieza (“cadencia conclusiva”), terminado con la tónica; por el mismo motivo, otra secuencia de notas se capta como finalización de una parte (“cadencia suspensiva”), como do-re-sol, nota esta última denominada “dominante”; otras series de notas se captan como pasajes mediales, no como inicios ni finales, etc. El significado o función de cada nota de la escala permite al oyente orientarse así, siguiendo el curso de su desarrollo. Es como cuando vas por la carretera y ves señales informativas del tipo “cambio de rasante”, “pendiente del 7%”, “Málaga, 10 kilómetros”, “Málaga-Granada”, etc.

Si se suprimen las señales, el conductor pierde la orientación, no sabe por dónde va, se topa de pronto con tal o cual accidente del terreno o con una población, etc. Trasladados al ámbito de la música, tendríamos, en tal caso, algo parecido a la “atonalidad”, llamada así por contraposición a la música tradicional o “tonal”. Lo fundamental es la desaparición de la funcionalidad de las notas en la escala, la destrucción, en realidad, de la escala, con lo que todas las notas van sueltas, se equiparan, no hay jerarquía, ninguna es la “tónica” o la “dominante”, por ejemplo.

La impresión que da esta música, al escucharla, es la misma que la que resultaría si un niño pequeño aporreara las teclas de un piano, empezando por cualquiera, siguiendo por cualquiera y terminando por cualquiera. Naturalmente, el compositor atonal no obra como ese niño, sino que planifica una sucesión melódica y armónica, libre de sometimiento a una escala determinada y a unas progresiones armónicas convencionales, eso sí, pero con sentido, o sea, encaminadas a producir una sensación, una emoción, una impresión… No extraña, pues, que, en ocasiones, a estos músicos se les haya considerado, a su pesar, como “impresionistas”. Por buscar una similitud pictórica, la atonalidad se asemeja más, para mí, a los cuadros de J. Miró que a los de Monet. 

De todo lo expuesto se deduce que la atonalidad significó una verdadera revolución dentro de la música culta. Como era de esperar, el público no estaba en disposición de entender las obras escritas con el nuevo lenguaje y de apreciarlas. Las primeras fueron rechazadas o criticadas y aun hoy la atonalidad “pura” carece de una pléyade de seguidores entre el público amante de la música clásica, no excesivamente numeroso. No es fácil reeducar el oído y la sensibilidad y hacerlos aptos para una música diferente de la tradicional.


        Aunque suelen señalarse algunos antecesores, el inicio de la atonalidad propiamente dicha lo marca la figura del austriaco A. Schoenberg (1874-1951), auténtico padre de la música culta contemporánea. De la atonalidad evolucionó hacia el dodecafonismo, junto con sus discípulos A. Berg y A.Webern, como veremos. Según se dice, fue el más odiado de los músicos de su época. No sería justo dejar de destacar la contribución del genial y proteico I.Stravinsky (1882-1971), de A. Scriabin (1871-1915), de B. Bartok (1881-1945), de P. Hindemith (1895-1963)  y otros.

            Copio estas dos direcciones de YouTube, por si quieren escuchar algo de música atonal.

 https://www.youtube.com/watch?v=gQ6hMuF-sAY&feature=youtu.be

https://www.youtube.com/watch?v=uKakP5yMfsY

 José Antonio Ramos

miércoles, 24 de febrero de 2021

PREGUNTAS SOBRE LA MÚSICA CLÁSICA (II). EL REGOCIJO DE MOZART.

Continúo con este una serie de textos en los que me hago preguntas que creo que mucha gente se plantea en relación con la música clásica. Preguntas seguidas de sencillas respuestas, aptas para la comprensión inmediata de cualquier lector sin una preparación especial. Añado unas direcciones de sitios de internet con grabaciones que ilustran lo expuesto.

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 Pregunta 2   

       ¿Por qué la música de W.A. Mozart es alegre y chispeante?


            W.A. Mozart (1756-91) tenía un carácter alegre, era una persona divertida, gustaba de pasarlo bien y hacer que los demás lo pasaran también bien. Era un buen bailarín y le gustaba jugar y bromear, para todos tenía un chiste, una gracia. Con este talante, ¿qué tipo de música hacía, sino piezas llenas de gozo y contento, amenas, que entretuvieran, que llevaran al solaz y recreo?

            En efecto, si no todas, sí las más características creaciones del amigo Wolfgang eran de esta naturaleza. En la relación de enlaces que incluyo al final puede apreciarse que así es. La cuestión consiste, entonces, en qué recursos técnicos manejaba el precoz salzburgués para lograr que así fuera, para que sus obras produjeran esos efectos –y sigan produciéndolos– en los oyentes.

            Voy a señalar dos: el apego al llamado “modo mayor” y la rapidez en la sucesión de las notas que forman las melodías y los acompañamientos. Este segundo factor no presenta especial dificultad de comprensión, pues simplemente consiste en la creación de melodías con abundancia de corcheas y semicorcheas, sobre todo, es decir, de figuras de escasa duración, que se suceden, por tanto, de forma relativamente veloz. También, se debe a lo que en el lenguaje musical se denomina “tempo”: número de notas de tipo X (negras, corcheas, blancas…) que se interpretan en una fracción de tiempo. Modernamente, a partir del empleo del metrónomo, se expresan en forma de equivalencia (negra = 80: indica 80 negras en un minuto). Con anterioridad, y aun hoy, se usan también términos italianos, como Andante, Allegro, Presto, etc. Muchas de las obras de Mozart no bajan del “tempo” Allegro, que es rápido.



            Vayamos ahora al modo mayor. Desde hace cuatro siglos, el establecimiento del marco sonoro en el que se desarrolla la composición de una obra se viene realizando por el cruce de dos coordenadas: el “tono” y el “modo”. El primero alude a la escala elegida, la que empieza en sol, en re, en la… o en cualquiera de las restantes. Por su parte, el modo se deriva de un pequeño detalle de consecuencias enormes, como es la localización de los semitonos en la escala escogida: si van entre la tercera y la cuarta, y entre la séptima y la octava, tenemos el modo mayor; si van entre la segunda y la tercera, y entre la quinta y la sexta, tiene lugar el modo menor. Para no entrar en más tecnicismos, con los que quizás no esté familiarizado en lector, señalo lo siguiente: acústicamente, de oído, estos dos modos se distinguen bastante bien, a menos que prestemos un poco de atención: el modo mayor es el de melodías y armonías vibrantes, enérgicas, animadas, alegres, palpitantes, fuertes (en el sentido de ‘fortaleza’, no de ‘volumen’), etc., mientras que el modo menor es el de la tristeza, la nostalgia, el abatimiento, la postración, la ensoñación, la melancolía, la blandura, etc. Esta “Bagatela” de Beethoven muestra a la perfección la diferencia. Presenta tres partes: la primera y la segunda (ambas repetidas) están en do mayor; la tercera (repetida), en do menor;  la última, en do mayor de nuevo.

            A poco que se escuchen con atención unas pocas obras de Mozart, se confirmará esta estadística aproximada e intuitiva: Mozart prefería el modo mayor al menor. Cosa que, unida a la señalada rapidez de sus melodías y acompañamientos, da como resultado el carácter alegre y desenfadado de sus obras, antes comentado (aludido ya en el propio enunciado de pregunta). Predomina, aunque no es exclusivo, el modo menor en la producción mozartiana.

No obstante, escribió, o medio escribió porque quedó inconclusa, una extraordinaria obra cuajada de tristeza y abatimiento, el escuchadísimo Requiem, en re menor. Y otra que, a pesar de estar en modo menor, no carece de cierto aire gracioso, tan querido por el genial muchacho: la sinfonía número 40, en sol menor.    

            A continuación van los acostumbrados enlaces ilustrativos.

 

https://es.video.search.yahoo.com/search/video;_ylt=AwrJQ6DCPDZgUmUAPXBU04lQ;_ylu=Y29sbwNpcjIEcG9zAzEEdnRpZAMEc2VjA3Nj?p=conciertos+para+piano+de+Mozart&fr=mcafee#id=1&vid=5e72678317ef39b51ef836716a650c5a&action=view

https://www.youtube.com/watch?v=YT_63UntRJE

https://www.youtube.com/watch?v=SJI43UaGeCc

https://www.youtube.com/watch?v=7OttFaPkLck

 

José Antonio Ramos

lunes, 22 de febrero de 2021

PREGUNTAS SOBRE LA MÚSICA CLÁSICA (I)


Inicio con este una serie de textos en los que me hago preguntas que creo que mucha gente se plantea en relación con la música clásica. Preguntas seguidas de sencillas respuestas, aptas para la comprensión inmediata de cualquier lector sin una preparación especial. Añado unas direcciones de sitios de internet con grabaciones que ilustran lo expuesto.

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Pregunta 1

¿Por qué la voz de soprano y quizás también la de mezzosoprano y contralto no suelen agradar mucho al público en general? ¿Y por qué sí la de los tenores y barítonos?

 

Para responder, tengo que definir antes el concepto de “tesitura”. En el diccionario se llama así a la “altura propia de cada voz y de cada instrumento”. Cuando dice altura, quiere decir el ámbito de sonidos que esa voz o ese instrumento son capaces de reproducir, desde el más agudo al más grave. Así, el violín tiene una tesitura más alta que el violoncelo, por ejemplo. Y una soprano tiene la tesitura más alta que un barítono. Un niño, antes de cambiar la voz, tiene una tesitura cercana a la de una mujer. Etc. Pues bien, vamos a contestar ya a la pregunta, a la primera de ellas.


        El oído de la mayoría de las personas está habituado, entrenado, para percibir las melodías de las canciones que se oyen a diario en la radio o la televisión, de los temas favoritos…, y todas presentan una tesitura mucho más baja que la de soprano, incluso que la de mezzosoprano y la de contralto, aun siendo niños los intérpretes; también el habla cotidiana. Por eso, las piezas ejecutadas con estas voces le parecen, al común de la gente, extrañas, artificiales, demasiado chillonas. Es lógico que desagraden o, al menos, que no atraigan demasiado.

Por si fuera poco, a la escasa simpatía que producen por sí mismas se une otro factor: la dificultad para vocalizar de muchas divas cuando la curva melódica sube espectacularmente, impide al espectador u oyente entender la letra de sus arias o sus canciones, incluso estando escritas en su propia lengua.

Hay excepciones, naturalmente. Se dan cuando la extraordinaria belleza de la melodía o el ser muy pegadiza compensan el carácter de la voz, tal como puede apreciarse en la selección de arias que incluyo al final. En ocasiones, se encuentran pasajes donde la ejecución de una soprano o contralto se efectúa como un instrumento más de la orquesta y solo consta de sonidos (“Ooooo…”, “Aaaaaa…”), no palabras. Es el caso de algunas de las bandas sonoras más conocidas del músico italiano Ennio Morricone. En tal caso, no se aplica el criterio que vengo definiendo.

En conclusión, a mí me parece explicable que solo una minoría, especialmente preparada, guste de saborear, y pueda hacerlo, las elevadas tesituras femeninas de la música vocal clásica.


La segunda pregunta, después de lo dicho, se responde sola. Las voces masculinas de las obras clásicas, incluso las de tesitura más elevada, como la de los tenores, están más próximas a las de los cantantes populares y al habla de los varones adultos. De ahí que parezcan más naturales, que no suenen raras, anómalas, al oído del público general. La prueba está en la formación y el éxito de conjuntos de voces líricas como “Los tres tenores” o  “Il divo”, exclusivamente masculinas, y la ausencia  –si hay, no las conozco– de formaciones similares femeninas.

Ofrezco los siguientes enlaces de YouTube, que llevan a selecciones de arias de ópera y zarzuela con voces femeninas y masculinas. En ellas puede comprobarse  –o desmentirse– lo que afirmo en esta breve exposición.

 

Ópera

https://www.youtube.com/watch?v=5ZDGPKcEPJ8

https://www.youtube.com/watch?v=swxBQ1NCf7A

https://www.youtube.com/watch?v=kPMWJx91sxY

 

Zarzuela

https://www.youtube.com/watch?v=Ie6h5pLvLk0

https://www.youtube.com/watch?v=L0jBYrE7pro&list=PLoSFsEOMUSmvu78SR8lpN9qPfhcWlJoh4&index=19

https://www.youtube.com/watch?v=042Zuk13N8c&list=PLoSFsEOMUSmvu78SR8lpN9qPfhcWlJoh4&index=22

 

José Antonio Ramos

 

domingo, 7 de febrero de 2021

MI BANDA

RECITA PEPE, 

NIÑO DE 6 AÑITOS                                             


                                                Tengo una amiguita negra

                                                 y un amigo filipino.

                                                 La niña toca un tambor

                                                 y el niño le sopla a un pito.

 

                                                 Un morillo hay también

                                                 que toca la pandereta

                                                 y una linda gitanilla

                                                 con alegres castañuelas.

 

                                                 Yo bailo, canto y silbo

                                                 cuando hacemos una fiesta.

                                                 ¡Ay, qué bien lo pasan todos

                                                 con esta estupenda orquesta!


                                                                        JOSÉ ANTONIO RAMOS