Acabo de concluir la lectura del último y celebrado libro de A. Muñoz Molina, Todo lo que era sólido . Estoy preparando un comentario, pues lo merece. Pero, mientras, quiero mostrar un fenómeno curioso que he observado en el texto. Se trata de una especie de contradicción o incoherencia ortográfica, consistente en la escritura no uniforme de las oraciones y enunciados interrogativos. A lo largo del libro, aparecen unas veces limitados por los correspondientes signos de interrogación y otras no, sin que se aprecie en ellos ningún elemento que justifique esta diversidad. En todos los casos, la construcción es de interrogación directa. Incluyo algunos ejemplos. Sin signos de interrogación: - “Quién se acuerda ahora de los años en los que irrumpió esa palabra en el idioma con un significado que no había tenido hasta entonces.” (p. 40) - ...
Artículos sobre lengua española, literatura, música y comunicación en general, dirigidos a un público no especializado.