A veces le da a uno por pensar (con frecuencia, temer) que
la informática sirve para todo. Lo mismo te analiza los riñones, que te busca
una media naranja más o menos duradera o te ayuda a presumir de libros que no
has leído. Da esa sensación cuando se difunden casos como los que os voy a
contar. Una madre, desesperada, encolerizada porque su hijo solo le cogía el teléfono cuando le venía bien o le
daba la gana, ha aprovechado sus conocimientos informáticos para idear una aplicación
que bloquea el móvil del chaval cuando no contesta a su mami, de modo que ni
puede mandar mensajes, ni jugar, ni llamar a nadie que no sea ella misma. La
señora confiesa que su hijo está desconocido, por la solicitud y amabilidad con
que contesta sus llamadas. Otra, deseosa de controlar también a su prole,
concretamente a una hija, colocó en los teléfonos un artilugio que le enviaba
información de los puntos por donde pasaba y, como es lógico, en donde se
encontraba.
No sé si es necesario que los padres se desvivan tanto por la
seguridad de sus hijos. Seguramente, no en todos los casos. Aplaudo, sin
embargo, que se utilice la técnica para pequeños servicios como los que acabo
de mencionar, sobre todo educativos, y no solo para grandes creaciones,
espectaculares, impresionantes, pero sin ese rendimiento en el ámbito simple de
lo cotidiano.
A mí, que no soy más que un usuario corrientito del
ordenador y del móvil, se me
ha ocurrido una utilidad también con orientación didáctica. Me he dedicado toda
mi vida profesional a dar clases de Lengua y Literatura, lo que quiere decir
que “he perdido” muchísimo tiempo en intentar que bastantes de mis alumnos
mejorasen la ortografía. Casi todos los ejercicios y técnicas que he aplicado
han sido inútiles. Me imagino que, desde que no enseño, el incremento de la
cacografía (y otros delitos lingüístico-textuales) que noté al final de mi
carrera profesional por mor de las conversaciones chateras (ahora generalizadas
con el wasap) habrá llegado al infinito. Incluyo un ejemplo, que no representa los grados más extremos; el autor tiene una edad como de 4º de la ESO, pero un nivel inferior:
Aki toy ya // En el campo // Valla coaaa que me ha pasado // Mira por la tarde tava con puri iva a cerrar el mercadona y digo posbyo no comprao la bebía total me acuerdo de sus 10 y cuando me los de mi mqe los cojo otra vez y ahora va mi mae y me compra una hotella de 15 euros y ahora solo me dan 10 pk ya tengo la botella y tengo q comprq tavaco exar gasolina hielos fanta vaso puf
Aki toy ya // En el campo // Valla coaaa que me ha pasado // Mira por la tarde tava con puri iva a cerrar el mercadona y digo posbyo no comprao la bebía total me acuerdo de sus 10 y cuando me los de mi mqe los cojo otra vez y ahora va mi mae y me compra una hotella de 15 euros y ahora solo me dan 10 pk ya tengo la botella y tengo q comprq tavaco exar gasolina hielos fanta vaso puf
Pues bien, si yo supiera de
informática, al menos tanto como las madres mencionadas, crearía un resorte
que, ubicado en el móvil, borrara toda palabra mal escrita, bien por error
ortográfico “normal” (“j” por “g”, “b” por “v”, ausencia de tilde, etc.) bien
por acortamiento (“xq”, “tbn”, etc.), de modo que el mensaje quedara truncado y
fuese ininteligible.
¿No creéis que conseguiría cambiar la actitud descuidada e
irresponsable de los niños respecto a la escritura y que hasta lograría
eliminar numerosas faltas, incluso cuando estén escribiendo con boli o lápiz?
Estoy convencido de que sí. Sería, sin duda, una gran ayuda para la formación
en expresión escrita. Y mucho más si, como aconseja la pedagogía, el castigo
telefónico se compensara con un premio, consistente en mayor capacidad del móvil
para algo o más velocidad en sus operaciones.
Lo malo es que no sé cómo se crea una aplicación como la que
ha producido mi fantasía educativodigital.
Y, hablando ya en general, o sea, incluyendo las iniciativas de las bienintencionadas madres, lo peor es que los niños, que en esto de la tecla saben hasta latín, se pongan a indagar y, espoleados por un deseo de “supervivencia” o por el simple morbo de saltar la barrera de lo prohibido, descubran el modo de desactivar, romper, anular… sistemas como los que acabo de describir. Entonces, por desgracia, solo quedará recurrir al método tradicional, el de toda la vida: “Niño (o niña), te quedas sin móvil hasta…”.
Y, hablando ya en general, o sea, incluyendo las iniciativas de las bienintencionadas madres, lo peor es que los niños, que en esto de la tecla saben hasta latín, se pongan a indagar y, espoleados por un deseo de “supervivencia” o por el simple morbo de saltar la barrera de lo prohibido, descubran el modo de desactivar, romper, anular… sistemas como los que acabo de describir. Entonces, por desgracia, solo quedará recurrir al método tradicional, el de toda la vida: “Niño (o niña), te quedas sin móvil hasta…”.
Me gusta su idea José Antonio. En economía conductual (Behavioural Economic) se ha demostrado que utilizando incentivos, tanto negativos como positivos) puede orientar el comportamiento de una persona hasta un determinado fin. Así que le animo a proyectar su idea por medio de un ingeniero y a sacar un bonito y útil producto. Le emplazo a contactarme si necesita cualquier cosa.
ResponderEliminarUn saludo de su alumno Eduardo.
Gracias por los ánimos que me das, elogiando la idea. Yo me lo planteé casi de broma, pero en el fondo pienso que la tecnología está aún poco y mal aprovechada en la formación de niños y no tan niños. Muchas gracias por tu ofrecimiento, Eduardo. Buen año y buenos reyes.
ResponderEliminarLa idea me parece excelente aunque la técnica, a veces, juega malas pasadas.
ResponderEliminarMi lucha con el autocorrector del móvil es insufrible. La maldita máquina acaba escribiendo lo que quiere y no lo que yo pretendo.
No sé si conoces este Whatsapp:
–¿¿Qué queremos??
–¡¡Quitar el autocorrector al móvil!!
–¿¿Cuándo lo queremos??
–¡Ahorca!
–¡Ahorro!
–¡Aborda!
–¡Albora!
–¡Su puta madre!
Perdón por la palabrota.
Cualquier utilidad, app le dicen ahora, tendría que ser más eficiente que el autocorrector ¿no crees?
Salud(os)
Jajaja, muy bueno. Así ocurre. Gracias por la lectura y el comentario, Antonio.
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