“Señores, se acabó la mili”, proclamó hace 15 años y un mes largo el entonces ministro de Defensa, Federico Trillo, tras el Consejo de Ministros que aprobó la supresión del servicio militar obligatorio en España, la “mili”. Había tenido dos siglos de vigencia. Muchos celebramos la medida. No porque estuviéramos en puertas de ser llamados a filas, que ya habíamos cumplido con la patria siete u ocho lustros antes. En realidad, lo hicimos en calidad de padres de jóvenes en edad de incorporarse obligatoriamente al ejército. En mi caso, no me tenía por antipatriota ni defensor de objetores o insumisos, pero la inclinación protectora de la prole tira lo suyo. Más aún, cuando, por aquellas fechas, no dejaban de aparecer en los medios −quizá intencionadamente− casos de accidentes mortales entre los soldados que recibían la instrucción. Básteme este recordatorio para entrar en la materia que me propongo, cual es la desaparición, olvido o venida a menos de algunos términos relacion...
Artículos sobre lengua española, literatura, música y comunicación en general, dirigidos a un público no especializado.