Yo no voy a insistir, obviamente, en una exposición general, que ya existe como digo. Quiero fijarme, tan solo, en los nombres femeninos, mejor dicho, en algunas particularidades de los hipocorísticos femeninos, en contraposición a los masculinos, que me parecen al menos curiosas. Mi intención es mostrar ciertas regularidades lingüísticas de carácter formal, que pueden llegar a constituirse en norma.
1) Abundan más
los terminados en “ –i/-y” femeninos que los masculinos, bien sea por
apócope bien por transformación: Toñi, Censi , Ani, Loli, Nati, Dori, Mari,
Emi, Leti, Sofi, Manoli, Conchi, Pepi, Choni, Yoli, Toñi, Mili, Ceci, Nuri,
Cati, Neri, Puri, Rosi, Margari, Choni, Viky, Nati, etc., etc., etc. Los
masculinos son muchos menos: Juani, Poli, Javi, Gabi, Josemi,
Monchi, Santi, etc.; aparecen en este último grupo, no tanto en el de
las mujeres, los importados de otras lenguas:
Charly, Willy, Iñaky, Jordi, Toni, Johnny, Ricky, Micky, etc. Es como si
el sonido “i” adquiriese, en el contexto de los antropónimos cariñosos, una resonancia
especial, delicada, dulce, que lo lleva a ser uno de los preferidos entre los
nombres femeninos.
2) En el caso de nombres con una versión femenina y otra masculina,
como Antonio y Antonia, se aprecia una tendencia a emplear hipocorísticos
diferenciados, siguiendo el modelo de la oposición de género gramatical en
castellano; sin embargo, predomina la
“i” para el femenino, que es casi un morfema indicativo de este género, como se
ha dicho: Toñi/Toño, Paqui/Paco, Manoli/Manolo, Feñi/Fernan, Trini/Trino, Mili/Milio,
Dori/Doro, Pepi/Pepe, etc. En algunos
casos se da una única forma, Juani, Adri, Ale, etc., que neutraliza la
distinción de género; no obstante, suelen usarse para niños o jóvenes tan solo.
3) Si el nombre originario tiene apariencia masculina, como
Remedios o Rosario, se conserva en el derivado hipocorístico, quizás debido a
que no hay apenas denominaciones masculinas correspondientes, pues se trata casi
siempre de advocaciones marianas: Remeritos, Rosarito/llo/ Chayo/Rosarito/Charito,
Cañito(s), Amparito, Socorrito/Soco (***) , Consuelito, Asun, Patro, etc.; hay,
sin embargo, excepciones, como Concha/i (de Concepción), Censi (de Ascensión),
Dori (de Adoración, entre otros), Visi/ta (de Visitación), Presenta (de
Presentación), Puri /a (de Purificación), etc. Más raro es que se produzca un nombre
con aspecto masculino, inexistente en el nombre primitivo: Noe (de Noelia o
Noemí), Victo (de Victoria), Leo (de Leonor/a), Vero (de Verónica); por regla
general, se origina mediante apócope.uploads/2011/06/IMG_7351-1024x861.jpg |
4) Como era de esperar, el diminutivo, que más que de
pequeñez es signo de afecto y ternura en nuestra lengua, se ha convertido en el
morfema derivativo por excelencia en la formación de hipocorísticos: Rosarillo,
Juanico, Paquito, Dolorcitas… Tal vez
debido a su misma naturaleza semántica, predomina en las denominaciones
de mujeres: Evita, Dorita, Anita, Estelita, Antoñita, Lolita, Conchita,
Teresita, Victorita, Elenita… En realidad, la gran mayoría de los nombre
propios femeninos admiten un hipocorístico con diminutivo. Los masculinos no
son tan receptivos a este sufijo, excepto si se trata de niños pequeños
(Pablito, Paquito, Rafalín…) o si el término derivado se destina a una
denominación artística (Pedrito Rico, Juanito Navarro, Manolito Rollo…), que
equivale a un mote más que a un nombre cariñoso.
5) No tiene tanta
vitalidad o fuerza como otros (derivación y apócope, según se ve en los
ejemplos de los epígrafes anteriores) el procedimiento de formación de
hipocorísticos por transformación, más o menos drástica, del nombre de pila, del
tipo “Ramona → Monchita”. La alteración fonética se produce, muy a menudo, por influencia
o imitación del lenguaje infantil, y bastante más en el apartado de la
onomástica femenina: Carmen → Mamen, Rosario
→ Charo/Chayo (con los consiguientes diminutivos “posteriores”), Consuelo →
Chelo (y sus diminutivos), Dolores → Loles (y Lola y sus diminutivos y
apócopes), Elena → Nena (y sus diminutivos), Asunción → Chon (y su derivado en
–i), Antonia → Toña (y su derivado en –i) , Eulalia → Lali / Laya, Manuela →
Nela, Josefa / Fefa, Inocencia → Chencha, Manuela → Nela, Jesusa → Chusa/Susa, etc.
Restan, para
terminar, hipocorísticos cuyo origen y relación fonética con el nombre
originario no resultan fáciles de establecer. Así, Curra (tomado, supongo, de
Curro), Carmen → Tita, Mercedes → Achas/Chechu, María → Ona,
etc. Dentro de este grupo, son muy
populares los sobrenombres Pepe/Pepa, Pepi, Pepita y Paco/Paca, Paqui, Paquita;
de su formación y evolución encuentro una interpretación nueva, interesante, en uno de los artículos del blog Cápsulas
de lengua, que invito a visitar (****).
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(**) http://www.razonypalabra.org.mx/anteriores/n21/21_mespinosa.html
http://www.albaiges.com/foni/hipocoristicos.htm
http://www.albaiges.com/foni/hipocoristicos.htm
(***)
En mi localidad, Antequera, donde la Virgen del Socorro tiene multitud de
devotos, muchas mujeres se llaman así, Socorro. El nombre cariñoso no es, sin
embargo, Socorrito, sino Socorrita. O Coqui/Coco, que están más extendidos en
otras zonas.
Alguna vez me he preguntado si existe un nombre con más diminutivos que Francisco:
ResponderEliminarFran, Frank, Franki, Francis, Francho(u), Paco (y sus variantes Paquito, Paquillo, etc.), Pancho (en Latinoamérica), Xisco (o Chisco), Kiko (o Quico), Chicho, Curro. ¿Olvido alguno?
Me gusta Nela, pero solo una persona me ha llamado así a lo largo de mi vida. Por cierto, "me" has escrito dos veces (Manuela → Nela).
Buena recopilación, como siempre.
Un abrazo.
Nela suena estupendo. No me importa haberlo repetido, jeje. GRacias por tu visita y comentario, Nela.
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