Considerad estos enunciados, habituales en la conversación
diaria: “¿Por qué no te vienes un diita y comemos juntos?”, “Mi niña
cumple hoy dos añitos”, “¡Quedaos una nochecita más!”, “Vente más
bien tardecito, no quiero que madrugues”, “¿Y si nos vamos una semanita
a la playa”, “Siéntate un ratito conmigo, anda”, “Y ahora, tres mesesitos
tocándote las pelotas”. He destacado las
palabras que están en diminutivo (sustantivos y adverbios) y que indican
tiempo. ¿Qué añade el sufijo a la forma originaria de esos términos en tales
contextos? Pretendo responder a la cuestión en las líneas que siguen,
brevemente y con la mayor claridad posible.
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No es posible identificar con total nitidez y distinguir de
qué emoción o estado interior se trata exactamente, solo podemos percibir y comprobar que
una frase o cualquier otra secuencia textual está marcada emotiva o expresivamente, y si tal marca es de signo positivo o negativo. Las oraciones del principio muestran esa coloración afectiva, porque hablan de períodos temporales o
aluden a un uso del tiempo con un valor especial para el que habla: es un día (“diita”), son unos años (“añitos”), es una noche (“nochecita”), etc.,
singularmente estimados por el emisor, que proporcionarán -de cumplirse sus deseos- una gran satisfacción. Ese es el valor expresivo del
diminutivo. Adviértase el acompañamiento, menos en el segundo, de la entonación
interrogativa o de petición o ruego, que son las modalidades propias del
discurso expresivo. Por su parte, “Mi niña cumple hoy dos añitos”, ejemplifica
la naturalidad y frecuencia del diminutivo cuando se habla de/a los niños, tal
como señala la RAE
(p. 168).
En cualquiera de las diversas dimensiones semánticas, el
diminutivo puede sufrir una alteración tal, que se invierta el signo de la
apreciación subjetiva o de la significación más o menos objetiva que comporta.
Así, y siguiendo con el vocabulario temporal, “diita” puede convertirse en un
“día aciago” (“¡Vaya diita que hemos escogido para viajar!”), la “horita” en
una insoportable eternidad (“¡Qué horita de clase más larga!”), la “tardecita” en una tortura (“¡La tardecita que nos están
dando los niños!”), la prontitud pasa a tardanza (“No esperaba que acudieras
tan prontito”), etc. Según creo, se trata de usos irónicos, a partir del valor
originario, que es el de carácter positivo. En cualquier caso, siguen siendo
diminutivos expresivos o intensificadores, incrustados en términos de
significado temporal.
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