Un recurso muy socorrido para los partidos políticos que no
alcanzan en las elecciones los resultados esperados o deseados es el de la deficiente
comunicación. Unos, más acomplejados, suelen autoinculparse, diciendo que no
han sabido explicar sus propuestas, que no han vendido bien sus logros, que no
han llegado o que no han oído a la gente. Otros, con autoestima menos baja, dirigen
su ira contra los medios, denunciando el trato que les han dado en las
televisiones o en los periódicos, acusándolos de partidismo más o menos
explícito o soterrado. Muchos se quejan, por fin, de no disponer de de tanto
dinero como otros para la propaganda y para la organización de actos en
ciudades y pueblos.
Desde fuera de los partidos se alude también con frecuencia
a la limitada capacidad y escaso carisma de los candidatos más altos, que
determinan la imagen del conjunto: son aburridos y sosos, utilizan un lenguaje
demasiado formal, su vestimenta es excesivamente clásica o bastante descuidada,
no son fotogénicos, etc.
Puede que todo esto sea cierto. Admito también que tenga su peso
y condicione el voto de un sector de electores. Pero ni la forma de expresarse
de los aspirantes ni su aspecto personal juzgo que sean factores decisivos: nunca me he
creído, por ejemplo, la “leyenda” según la cual Kennedy ganó unas elecciones a
Nixon porque en un debate televisivo este mostraba sombras en la cara, como de
no haberse afeitado.
Tengo para mí que los dirigentes políticos, si pudieran
desprenderse de ese deseo irrefrenable o esa necesidad imperiosa de ganar las
elecciones inmediatas y relajarse para poder pensar, deberían reflexionar
acerca de la cuestión que planteo. Y, si lo hicieran sin tanto apremio, tal vez
caerían en la cuenta de lo siguiente: si los votantes o un grupo de ellos no
entiende las exposiciones orales en directo o en los medios de los candidatos,
la mayoría de los cuales se expresa muy bien
(pues unen a sus cualidades innatas una formación específica en centros
especializados y una experiencia amplia en muchos casos), o se dejan llevar solo
por el color de la corbata o el peinado o los tacones… de quienes se ofrecen
para regir los destinos de la nación, la región o la ciudad, entonces el
problema no es de los candidatos, el problema es del público elector, que no
está a la altura de la circunstancias. Quienes, según se oía en tiempos,
exclamaban con embeleso, aunque sin enterarse de nada, lo bien que hablaba
Felipe González, tenían un serio problema; quienes se escudan en que Rajoy no
posee atractivo, carece de gancho…, para inclinarse por otro partido, tienen un
serio problema; quienes se identifican con Podemos
porque sus líderes se han calzado el “uniforme juvenil” y dan caña, tienen un
serio problema; quienes han votado a Ciudadanos
por lo guapito y joven que les resulta Albert Rivera, tienen un serio problema.
Etc.
Así que, señores de los partidos, dejen de esconderse detrás de los supuestos defectos de comunicación. Generalmente, la pérdida de votos no es una mera cuestión de forma, de sus formas. Un argumento más: el mismo Rajoy, exactamente el mismo, soso, gris, distante, que perdió varias elecciones nacionales y ha acompañado el actual bajón de Andalucía, disfruta de una mayoría absoluta en el país y en los anteriores comicios andaluces aparecía al lado del ganador Arenas. señores políticos, miren más a los contenidos que difunden y no se preocupen tanto de su envoltorio. En cualquier caso, los problemas de comunicación los tienen, muchísimas veces, como digo, los receptores de los mensajes, no sus emisores, ustedes, que - al menos en esto- son más bien víctimas.
Así que, señores de los partidos, dejen de esconderse detrás de los supuestos defectos de comunicación. Generalmente, la pérdida de votos no es una mera cuestión de forma, de sus formas. Un argumento más: el mismo Rajoy, exactamente el mismo, soso, gris, distante, que perdió varias elecciones nacionales y ha acompañado el actual bajón de Andalucía, disfruta de una mayoría absoluta en el país y en los anteriores comicios andaluces aparecía al lado del ganador Arenas. señores políticos, miren más a los contenidos que difunden y no se preocupen tanto de su envoltorio. En cualquier caso, los problemas de comunicación los tienen, muchísimas veces, como digo, los receptores de los mensajes, no sus emisores, ustedes, que - al menos en esto- son más bien víctimas.
Creo que habría que reformar el sistema electoral.
ResponderEliminarLas listas abiertas harían que los candidatos se presentaran con su programa y no con sus siglas. Sería un trabajo personal el ganarse el voto. No habría clientelismo. Se votaría a personas y no a siglas.
La ley de Ohm beneficia mucho a los que tienen más votos y perjudica enormemente a los menos votados. Sin que la diferencia de votos sea tan grande, si lo es el reparto de escaños.