En estas fechas he ido enviando una tarjeta de felicitación
navideña a mis amigos y familiares. Lo he hecho por internet, mediante correo
electrónico o a través del chat de facebook; también la he posteado en este blog. Dicha tarjeta se acompaña de un par de archivos sonoros con sendos
villancicos instrumentales, compuestos por mí para la ocasión. De mi autoría he
dado noticia a los destinatarios, una vez manifestados mis mejores deseos para
las conmemoraciones en curso.
Lo peculiar del crisma me ha llevado a poner atención a las respuestas. Si se hubiera tratado de una comunicación al uso, la contestación esperable habría sido un “gracias, igualmente”, envuelta en algún ornato retórico. Pero mi carta ha sido menos simple. En efecto, además de la felicitación, como digo, iba mi obra musical, inédita y, además, sorprendente quizás para la mayor parte, que desconocía esa faceta mía. Por lo tanto, pensaba yo, lo suyo sería un mensaje alusivo a ambos elementos.
Lo peculiar del crisma me ha llevado a poner atención a las respuestas. Si se hubiera tratado de una comunicación al uso, la contestación esperable habría sido un “gracias, igualmente”, envuelta en algún ornato retórico. Pero mi carta ha sido menos simple. En efecto, además de la felicitación, como digo, iba mi obra musical, inédita y, además, sorprendente quizás para la mayor parte, que desconocía esa faceta mía. Por lo tanto, pensaba yo, lo suyo sería un mensaje alusivo a ambos elementos.
Guillermo Foto de JARC |
No ha sido así en todos los casos. En realidad, ha habido
varios tipos, que reduzco a tres: el silencio (¡la mayoría!), la devolución de
la felicitación (la mayoría de los que me han escrito) y esto más el elogio de
los villancicos y el agrado con que los han escuchado (unos pocos). Me gustaría
comentar las actitudes que encierran tales comportamientos y su caracterización
desde un punto de vista meramente comunicativo.
Cuando una persona se dirige a otra para expresarle suerte, felicidad, salud, estabilidad, etc., con motivo de alguna circunstancia de incidencia general, como por ejemplo el comienzo de un año nuevo, lo “normal” es que esta le responda agradeciéndoselo y mostrándole idénticos deseos. No constituye una obligación stricto sensu, pero casi. En el análisis de la conversación, se denomina par adyacente al conjunto de dos turnos sucesivos, de los que el segundo es obligatorio o de aparición prioritaria, de modo que su ausencia adquiere un valor significativo. El más típico y frecuente es el par ‘pregunta -respuesta’, así como también ‘saludo - saludo’. Este concepto se inscribe dentro de marco teórico desarrollado a partir del principio de cortesía, que podemos identificar intuitivamente con consideración, educación, respeto, amabilidad, cordialidad, deferencia, etc. De este modo, la no aparición del segundo turno de un par adyacente supone una descortesía y pone en peligro las buenas relaciones entre los interlocutores. La falta de cortesía se entiende en términos de valor psicosocial como una “falta de tacto”, una “falta de educación” y similares en el mejor de los casos; en el peor, puede llegar al punto de considerarse incluso una provocación, no exenta de agresividad. (Continúa aquí)
Cuando una persona se dirige a otra para expresarle suerte, felicidad, salud, estabilidad, etc., con motivo de alguna circunstancia de incidencia general, como por ejemplo el comienzo de un año nuevo, lo “normal” es que esta le responda agradeciéndoselo y mostrándole idénticos deseos. No constituye una obligación stricto sensu, pero casi. En el análisis de la conversación, se denomina par adyacente al conjunto de dos turnos sucesivos, de los que el segundo es obligatorio o de aparición prioritaria, de modo que su ausencia adquiere un valor significativo. El más típico y frecuente es el par ‘pregunta -respuesta’, así como también ‘saludo - saludo’. Este concepto se inscribe dentro de marco teórico desarrollado a partir del principio de cortesía, que podemos identificar intuitivamente con consideración, educación, respeto, amabilidad, cordialidad, deferencia, etc. De este modo, la no aparición del segundo turno de un par adyacente supone una descortesía y pone en peligro las buenas relaciones entre los interlocutores. La falta de cortesía se entiende en términos de valor psicosocial como una “falta de tacto”, una “falta de educación” y similares en el mejor de los casos; en el peor, puede llegar al punto de considerarse incluso una provocación, no exenta de agresividad. (Continúa aquí)
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