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Foto de Rafa Gª Notario |
Aplicando esta doctrina a mi caso, está claro que quienes
han dado la callada por respuesta no se han comportado como esperaba yo, como la
mayoría de los que pudieran haber estado en mi situación. Se han comportado poco
cortésmente. Puesto que mi felicitación no se ha realizado de forma presencial,
sino a través de internet, es posible que se hayan interpuesto obstáculos insalvables, como la
difícil accesibilidad de algunos destinatarios al correo o chat, la falta de
manejo de las tecnologías para escribir
y remitir una respuesta electrónica, etc. Son interferencias que no dependen de
la voluntad de las personas y constituyen carencias comprensibles, totalmente excusables.
Pero cualquier otro factor fuera de ellas ha de cargarse en el debe de mis
contactos silentes, incluso el olvido, el aplazamiento
sine die, etc.; y no digamos el no sentirse obligados, por la
creencia de que las felicitaciones y similares no requieren respuesta, ni
siquiera acuse de recibo. Yo considero inexcusable corresponder a todo el que te
da generosamente algo sin estar obligado a ello, como por ejemplo una
felicitación. En adelante, esas personas tendrán que reparar, de algún modo, su
falta de delicadeza, vamos a llamarla así, o esperar que yo me distancie, que
nuestras relaciones empiecen a enfriarse, etc. Es la consecuencia lógica del
“significado” que me ha “comunicado” su injustificado mutismo.
Por el
contrario, me siento pagado y agradecido a los que me han contestado, tanto si
se han referido a mi música, como si únicamente me han deseado, agradecidos, la
misma felicidad que yo a ellos. A esta última variedad de respuestas es a la
que me voy a referir ahora.
Mi mensaje contenía dos núcleos temáticos fundamentales, que
voy a parafrasear así: 1) me gustaría que pasaras unas estupendas fiestas de
Pascua junto a tu familia, 2) he hecho unos villancicos, cosa que -tratándose de mí- tiene su mérito, para que sirvan como digna
señal de mis deseos. La mayor parte de los correos o mensajes recibidos no
hacen alusión sino solo a lo primero. Eso me lleva a suponer que no han
reparado en lo segundo o, mejor aún, que no han percibido el carácter relevante
de la inclusión de una música mía y no han visto en ello motivo alguno para tocarlo
como tema en sus respuestas. Aparece aquí otro elemento esencial en la
comunicación: la
relevancia. (Continúa
aquí)
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