http://politica.elpais.com/politica/2015/09/17/ actualidad/1442491380_426064.html |
Supongo que por ampliación y
depreciación semántica, o bien por corrimiento metonímico hacia zonas colaterales, surgió
el significado número 3, “joven acomodado y ocioso”, que ya es peyorativo. Donde
vivo también se le dice a aquel o aquella ‘que gusta de que le sirvan‘, aunque
carezca de posibles, y equivale a ‘comodón’. Igual que otro uso, no recogido
por el DRAE, aplicado a las mujeres que, sin serlo, quieren parecer señoras o señoritas por su manera de vestir, de comportarse, etc.
En él se aprecia una coloración claramente irónica. Equivale, como casi
sinónima, a una formación léxica derivada, “señoritinga”, bastante ofensiva y
llena de sarcasmo, que también empleamos mucho en Andalucía, aunque el DRAE lo
recoge como general. Esta no la aplicó Guerra a su compañera porque -digo yo- quizás habría perdido él la
protección y el escudo que le daba la ambigüedad de “señorita”. En síntesis, si yo le digo a una chica de mi
tierra, con el tono apropiado, que es una “señorita”, he de esperar que se
irrite, porque la estoy motejando de perezosa, o de creída, o de las dos cosas
a la vez. Más todavía, le estoy insinuando que es una ricachona, explotadora,
de la casta de los antiguos señores/as feudales, cacicona y cosas así, porque
se trata del núcleo semántico fundamental que ha permanecido hoy del
significado 2, que hace de la palabra un insulto. Y, por añadidura, tendré la coartada que me proporciona apelar al sentido más general del término "señorita", como mujer soltera.
¿Se comprende ahora que a Doña Trinidad, dado su rango, su filiación ideológica oficial, su autoimagen social, etc., le fastidiara la calificación que se buscó el Sr. Guerra? Desde luego, no podía haber cogido otra más cargada de pólvora y metralla, según es habitual en el prohombre sevillano; sobre todo, cuando, como en esta ocasión, se trata de reprender a quienes toma por adversarios, aquí los que aspiraban a ser vencedores y no han sido. Había que bajarles los humos, pensaría, a estos/as que, estando abajo, pretenden ascender de nuevo a la altura de la posición perdida. La Sra. Jiménez, ella al menos, captó el mensaje al completo, como no podía ser de otro modo, siendo del lugar. Recordemos lo que contestó: “En nuestro partido no hay ‘señoritos’ ni ‘señoritas’, sino compañeros y compañeras”. Frase que no se refería, evidentemente, a la condición de casados/as o solteros/as de sus conmilitones. Ahora se entiende lo que Guerra le dio a entender y ella entendió perfectamente.
Termino con una suposición, una sospecha: creo que el Sr. Guerra disfrutaría de lo lindo al zaherir a su compañera, especialmente a ella, porque sabía que, como andaluza también, se haría cargo de la malévola intención, y porque estaba seguro de que su disparo daría en el centro de la diana. Y gozaría Don Alfonso, sobre todo, al sacar una vez más a relucir su imagen de descamisado por antonomasia, de maniquí de la pana, de dechado del look currante, de supuesta bestia negra de caciques déspotas y “señoritos” carcas. Lo nuevo es que esta vez le ha tocado a una socialista, justamente la respaldada como candidata por Zapatero. Los hay que no gastan pólvora en salvas.
¿Se comprende ahora que a Doña Trinidad, dado su rango, su filiación ideológica oficial, su autoimagen social, etc., le fastidiara la calificación que se buscó el Sr. Guerra? Desde luego, no podía haber cogido otra más cargada de pólvora y metralla, según es habitual en el prohombre sevillano; sobre todo, cuando, como en esta ocasión, se trata de reprender a quienes toma por adversarios, aquí los que aspiraban a ser vencedores y no han sido. Había que bajarles los humos, pensaría, a estos/as que, estando abajo, pretenden ascender de nuevo a la altura de la posición perdida. La Sra. Jiménez, ella al menos, captó el mensaje al completo, como no podía ser de otro modo, siendo del lugar. Recordemos lo que contestó: “En nuestro partido no hay ‘señoritos’ ni ‘señoritas’, sino compañeros y compañeras”. Frase que no se refería, evidentemente, a la condición de casados/as o solteros/as de sus conmilitones. Ahora se entiende lo que Guerra le dio a entender y ella entendió perfectamente.
Termino con una suposición, una sospecha: creo que el Sr. Guerra disfrutaría de lo lindo al zaherir a su compañera, especialmente a ella, porque sabía que, como andaluza también, se haría cargo de la malévola intención, y porque estaba seguro de que su disparo daría en el centro de la diana. Y gozaría Don Alfonso, sobre todo, al sacar una vez más a relucir su imagen de descamisado por antonomasia, de maniquí de la pana, de dechado del look currante, de supuesta bestia negra de caciques déspotas y “señoritos” carcas. Lo nuevo es que esta vez le ha tocado a una socialista, justamente la respaldada como candidata por Zapatero. Los hay que no gastan pólvora en salvas.
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