Sin desdecirme de nada de lo que
llevo expuesto, contestaré que sí, que podemos hallar algún elemento común a
todas las hablas andaluzas, al menos uno. Ese rasgo es el siguiente: la
alteración, que puede llegar a desaparición, de consonantes –ciertas
consonantes– en posición implosiva en las palabras, es decir, cuando cierran
sílaba: “aCtriZ”, “haSta”, “treS”, “ÁLvareZ”, “MadriD”, “aCto”, etc. Tomemos, a
título de ejemplo, estas dos consonantes: la “s” y la “c” (k). La primera se modifica en interior de palabra (la transcribo
como una “h”) y da lugar a un sonido nuevo, quizás una suave aspiración:
“mohto”, “ahma”, “rahgar”, “rahpa”, etc.; al final de palabra, desaparece o, si
el vocablo siguiente empieza por vocal, abandona su condición de implosiva y se
convierte en una aspiración (que también reproduzco con la letra “h”), sobre
todo en la mitad occidental de Andalucía: “mucho” (=muchos), “mucho-harreglo”
(= muchos arreglos), “melone” (= melones), “melone-ha-do-heuro” (=melones a dos
euros), etc. En la parte oriental, la caída de la “s” se corresponde con la
abertura de la vocal precedente, que es allí la marca de plural y de segunda
persona del verbo. En cuanto a la “c” (sonido k), que aparece sobre todo delante de “t”, se asimila a ella para
originar una especie de geminación: “attor”, “conduttor”, “patto”; al final de
palabra desaparece: “anorá”, “fra” (= anorak, frac), dejando como rastro la
abertura vocálica también en el este.
Lo que vengo a afirmar, por tanto,
es que los fenómenos que se concentran en determinadas consonantes implosivas
son los que prestan unidad al territorio dialectal, en el cual todo lo demás es
diversidad.
Es posible que algún “oidor” o “escuchador” avispado enfrente a lo dicho la siguiente objeción: existen fuera de Andalucía provincias en las que surgen esas mismas alteraciones o supresiones de las implosivas, como las extremeñas o Murcia, las castellano-manchegas e incluso Madrid y también puntos de Canarias e Hispanoamérica. Es cierto. Pero creo que tal observación no niega mi tesis, puesto que, como es fácil comprobar también, en esos lugares la aspiración o desaparición de consonantes implosivas no atraviesa el límite de lo coloquial y, sin embargo, en la región andaluza, tiene carta de naturaleza hasta en el registro formal. Esto es lo verdaderamente común en el modo de hablar en Andalucía.
Es posible que algún “oidor” o “escuchador” avispado enfrente a lo dicho la siguiente objeción: existen fuera de Andalucía provincias en las que surgen esas mismas alteraciones o supresiones de las implosivas, como las extremeñas o Murcia, las castellano-manchegas e incluso Madrid y también puntos de Canarias e Hispanoamérica. Es cierto. Pero creo que tal observación no niega mi tesis, puesto que, como es fácil comprobar también, en esos lugares la aspiración o desaparición de consonantes implosivas no atraviesa el límite de lo coloquial y, sin embargo, en la región andaluza, tiene carta de naturaleza hasta en el registro formal. Esto es lo verdaderamente común en el modo de hablar en Andalucía.
En cuanto a las zonas geográfica
y/o administrativamente no andaluzas donde se ha adoptado o se está adoptando,
junto a otras características, la mutación de consonantes implosivas, habrá que
pensar en una especie de expansión desde el sur, que lleva a considerar la
ampliación de la isoglosa correspondiente a dicha mutación, es decir, a la
calificación de “andaluces” de ciertos dominios dialectales exteriores.
En conclusión, la alteración o
caída de consonantes en posición implosiva es el fenómeno que, además de diferenciar
netamente la pronunciación andaluza de la del castellano, dentro y fuera de
Andalucía, unifica el dialecto. No hay nativo que se aparte del modelo, salvo
si aspira a imitar –como ocurre a menudo en ciertos contextos comunicativos– las
variedades del norte español[1].
Si esto es así, no hay motivo para no atribuir a semejante tratamiento de las
implosivas un valor identificador superior y considerarlo, figuradamente, como
la esencia de la típica forma andaluza del castellano, su insignia o emblema.
____________________________
[1]
Con estas afirmaciones, disiento, modestamente, de la opinión de bastantes estudiosos,
entre ellos el prestigioso profesor andaluz A. Narbona, de quien es esta
declaración: “en Andalucía: a) Nada hay común a todos los hablantes. b) No hay
tampoco nada exclusivo de ellos”. (http://institucional.us.es/revistas/rasbl/36/art_5.pdf).
Aunque de forma menos rotunda se expresa en otro lugar: “Por el contrario, en
Andalucía, donde la aspiración de las consonantes implosivas tiene mayor amplitud y vitalidad, esto es, se presenta de manera más sistemática y en un
mayor número de hablantes (la inmensa mayoría de los andaluces, de hecho), hay
también algunos islotes de “-s”, sobre todo en implosiva final, mantenida.” (https://books.google.es/books?id=ykCLp-76cvcC&pg=PA141&lpg=PA141&dq=consonantes+implosivas+en+andaluz&source=bl&ots=lzsq6uhtdC&sig=AFU33YHFwFxThObxR4T1MwItjC4&hl=es&sa=X&ved=0ahUKEwjI5YKw_azZAhUC-qQKHY22BooQ6AEIczAH#v=onepage&q=consonantes%20implosivas%20en%20andaluz&f=false)
Estupenda y desmitificadora aportación al concepto "HABLAS ANDALUZAS". Habrá que ir pensando actualizar ya el ALEA, si es que ni se está haciendo. La lengua está en permanente cambio y los medios de comunicación de masas y la educación generalizada influyen en su evolución. Enhorabuena!
ResponderEliminarGracias por la lectura y comentario.
EliminarMuy buenas tus aportaciones al estudio de nuestra forma de hablar. Te felicito por descubrirnos lo que la hace tan especial
ResponderEliminarGracias por vuestros comentarios, Anónimo y Rosi.
ResponderEliminarClarificador. Recuerdo que antes se distinguía cada comarca por su tono y su pronunciación. Somos ricos hasta para eso.
ResponderEliminarAhora también se distinguen. Gracias, amigo Ardino.
ResponderEliminarEn las pocas veces que he estado en el extranjero, al hablar en mi lengua, lo hago con mayor naturalidad, porque, si me preguntan, digo que soy español de Andalucía. Pero si estoy fuera de mi tierra en España, refuerzo un poco mi forma andaluza de hablar para que se note bien claro que soy andaluz. Al leer tu artículo, me he quedado convencido de que el habla andaluza no es ni mucho menos castellano mal hablado, sino una variante plenamente correcta de la lengua de Cervantes. Magnífico artículo, José Antonio.
ResponderEliminarInteresante trabajo que demuestra, una vez más, la autoridad académica de su autor y la importancia de reconocer y defender la riqueza de la diversidad.
ResponderEliminarCercano el 28 F, sirva este artículo de gran homenaje a la cultura andaluza, que atesora el pueblo andaluz, en su diversidad y riqueza de matices. Sin duda el conocimiento de nuestra cultura nos hace más libres y observadores de otras, que nos distinguen, pero que en ningún caso nos superan. Ser y sentirse andaluz es bajar a la profundidad del conocimiento de una cultura universal, abierta y humanista. Quisiera recalcar esto, en una época donde la mediocridad, el enanismo mental, las exclusiones sin sentido y los estériles soberanismos se apoderan de la actualidad y hacen más grande la cultura andaluza, la dotan de una vigencia extraordinaria y la refuerzan en toda su integridad.
ResponderEliminarViva Andalucía, crisol de culturas, por España y la Humanidad.
Gracias José Antonio por tu magisterio.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarhttps://ramonchaconlenguasurehte.blogspot.com/?m=1
ResponderEliminarNo es cierto lo que dije en el ultimo comentario, la unidad de la lengua andaluza es muy fuerte, a pesar de que nos pueda parecer lo contrario, la -s andaluza coronal va desde huelva hasta los límites con murcia en almería, esta -s solo aparece en las hablas andaluzas, y compartimos mucho léxico común, pero los estudios lingüísticos son muy pobres, nadie los financia y la presión del oficialismo y del nacionalismo (RAE) es tremenda
ResponderEliminarGracias por la lectura y comentarios. He visitado tu blog, curiosísimo por la "escritura andaluza".
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