Dedicado a la niña
Marlinde,
bonita, inteligente
y simpática como ella sola.
El joven pingüino se presentó en la
cocina, donde la mamá de Marlinde, Lidia, freía patatas.
–¿Qué haces aquí, Puin? Te va a dar calor en este lugar –le preguntó muy
extrañada Lidia.
–Cueeec … Vengo a que me des un
tenedor y un cuchillo.
–¿Qué dices, pequeño? ¿Para qué
quieres tú un tenedor y un cuchillo?
–Para comer, cueeec.
–No puedes usarlos, no tienes manos.
El animal bajó la cabeza y examinó
sus aletas. En efecto, no tenía manos. Dio media vuelta y se marchó. A los
cinco minutos, otra vez estaba junto a Lidia, que batía los huevos para la
tortilla.
–¿Y ahora qué quieres, rey mío?
–Una servilleta. Para no mancharme al
comer, cueeec. Y luego limpiarme las… –recordó
que no tenía manos–, el pico.
–Anda, Puin. Tampoco podrás limpiarte el pico, porque no tienes con qué
coger la servilleta. Ya te lo limpiará tu mamá.
Cuando se preparaba para irse, Lidia lo
llamó y le preguntó:
–¿Y qué vas a comer, Puin?
–Pues… un puñadito de cangrejos que
me dejó mi mamá en un papelito, antes de irse a buscar más.
–¿Y solo para comer cangrejitos
querías tenedor, cuchillo y servilleta?
–Sí, pero yo quería obedecer a mi
mamá, cueeec. Y ella me dijo: “Puin, cuando vayas a comer estarás solo, yo no
te podré dar. Quiero que lo hagas con educación, quiero que seas un chico
educado, como Alba y Marlinde. No vayas a ponerlo todo perdido ni te manches
tú.” Por eso vine a la cocina, porque yo veo que ellas comen con tenedor, cuchillo
y servilleta.
–¡Ay qué gracioso, qué graciosoooo! –soltaron Alba y su hermanita Marlinde, que
habían llegado del colegio y habían oído la explicación del pequeño Puin.
--Los pingüinos no los usan, no pueden usarlos. Ya te has dado cuenta, ¿no?
Mientras la madre informaba cariñosamente
al pingüino de las diferencias entre los animales y las personas, las niñas
acariciaban el suave plumaje negro y blanco de un pájaro tan especial. Puin
echaba su cabecita en los hombros de Alba y Marlinde, blando su corazón y
alegre su alma.
Los tres se dirigieron luego a la
jaula frigorífica donde vivían Puin y su mamá. Con la ayuda de las niñas, los diminutos
cangrejos entraron uno a uno en el pico y luego en la barriga del pingüino, que
quedó feliz y satisfecho. Ni manchó ni se manchó.
Buen trabajo desde la concepción del cuento, su desarrollo literario y sus objetivos didácticos. Y luego está el audio: una música maravillosa de Camilo, una narración sugerente, un diálogo muy natural y unos efectos especiales increíbles. Por todo esto, y más, el cuento derrocha ternura e inocencia a raudales. Gracias, José Antonio y... Enhorabuena. Te las has ganado.
ResponderEliminarBuen trabajo desde la concepción del cuento, su desarrollo literario y sus objetivos didácticos. Y luego está el audio: una música maravillosa de Camilo, una narración sugerente, un diálogo muy natural y unos efectos especiales increíbles. Por todo esto, y más, el cuento derrocha ternura e inocencia a raudales. Gracias, José Antonio y... Enhorabuena. Te las has ganado.
ResponderEliminarMuchas gracias.
EliminarEstupendo el cuento, la narración y el montaje. Los diálogos son muy naturales y han quedado maravillosos con esas voces tan dulces. Me ha encantado
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